Domingo, 1 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6314.
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 CRONICA
PAREJAS / EL GIGANTE Y SEÑORA
BAO, AHORA SUBO Y TE BESO ¿VALE?
EL TECHO del mundo -2,36 metros, 165 kilos, un 61 de pie- ha tenido que poner un anuncio para encontrar esposa. Que tenga más suerte que la «princesa guisante»
ARITZ PARRA. Pekín

Son como el punto y la i. Sentados sobre la cama que comparten desde hace una semana, sonríen cuando los fotógrafos les piden que se pongan en pie. Para hacerlo, ella desliza su diminuta mano hasta quedar atrapada entre los enormes dedos de él, que utiliza a su esposa como apoyo para no perder el equilibrio. Al erguirse, queda patente por qué hacen una extraña pareja: ella le llega a la altura del codo. Y no es porque sea baja. Para la media china, sus 1,68 metros están más que bien. Pero se acaba de casar con el hombre vivo más alto sobre la faz de la tierra.

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Bao Xishun, el marido feliz, tiene 56 años y mide 2,361 metros, avalados por el récord Guiness, que desde el 15 de enero de 2005 lo incluye en su libro anual bajo el título de gigante. Pesa 165,1 kilos. Sus piernas son de casi metro y medio. Y calza un 61 de pie. En un mundo construido a la medida de los demás, este pastor chino de etnia mongol se enfrenta a problemas a diario: debe agacharse para cruzar cualquier puerta, le han tenido que construir una cama especial y sobra decir que no encuentra ropa o calzado para su tamaño. El traje con el que se presentó a la ceremonia de los Guiness fue confeccionado con 10 metros de tela.

Pero el mayor disgusto de la Torre, como se le conoce, era que a dos metros y pico del suelo, se sentía solo. El año pasado, la prensa nacional difundió el anuncio de que Bao quería compañía allá arriba. Una veintena de candidatas respondieron y, tras una larga y cuidadosa selección, Bao Xishun eligió a la que le quedaba más cerca, Xia Shujian, una dependienta de 28 años, la mitad de joven que él, con dos tercios de su altura y natural de la propia Chifeng, en la provincia de Mongolia Interior.

68 CENTIMETROS DE DIFERENCIA

Tan sólo un mes después de conocerse, esta semana, la feliz pareja contraía matrimonio ante unos funcionarios del registro civil boquiabiertos. «Estoy... sencillamente feliz», decía él, conocido por la parquedad de sus declaraciones. A su lado, Xia se deshacía en elogios para describir las cualidades de su marido: «Es muy fácil llevarse bien con él, es una persona muy accesible». Ni mención a su tamaño. La flamante señora Xishun parece querer contestar así a los vecinos más maliciosos, que se preguntan cómo se las arregla para acceder a un marido al que para darle un beso hay que subirse a una silla. Desde que se conocieron, los 68 centímetros que los separan han dejado de ser un problema. Ella reconoce que este pequeño detalle ha quedado eclipsado por «la persona considerada» que hay dentro del gigante.

Menos suerte que Bao ha tenido la princesa guisante, otra china que también ha sido noticia pero por razones diametralmente contrarias. Primero, porque Li Ling, natural de Chengdu, en la provincia de Sichuan, sólo mide 1,28 metros. Al igual que su compatriota gigante, tuvo que recurrir a la publicidad para encontrar un marido. El pasado 6 de febrero se casaba finalmente con Jiang Xiaojun en una boda seguida por televisión. Pero a Li, la felicidad le duró poco. Tres semanas después de la ceremonia, él la ha abandonado con una escueta nota: «Me marcho y no trates de buscarme, porque no tiene sentido».

Los cinco hermanos del gigante Bao tienen una estatura normal. De pequeño nunca destacó por su altura, pero a los 16 años experimentó un tardío estirón que duró siete años y que lo convirtió en un coloso. La ciencia no ha sabido explicar el porqué de su crecimiento. Los médicos lo atribuyen a causas naturales y no al gigantismo, ese trastorno que sufren otros titanes, incluido el hombre más alto de la era moderna, Robert Wadlow, que medía 2,72 metros.

El único achaque que tiene Bao es el reumatismo, pero ni siquiera esto tiene que ver con la altura. En sus tiempos como pastor pasó muchas noches a la intemperie y sus huesos lo acusan ahora. El reúma apareció hace 24 años, cuando Bao jugaba a baloncesto en el equipo del Ejército. Cuenta que tocaba el tablero con sólo levantar la mano y que podía haber sido profesional, como uno de los ídolos nacionales, Yao Ming, quien juega en los Rockets de Houston en la NBA. Pero Bao no era lo suficientemente rápido y regresó a su aldea, «el único sitio», dice «donde puedo llevar una vida normal sin que me señalen».

Bao odia la popularidad. «Cuando me señalan, me hacen sentir como un animal», se lamenta. Contra su voluntad, el año pasado volvió a ocupar las portadas de los rotativos. Esta vez lo describían como un héroe nacional por haber salvado la vida de dos delfines deprimidos. En realidad, los cetáceos se habían tragado las almohadillas colocadas como barrera en su piscina. El plástico, asentado en sus estómago, les había causado la pérdida de apetito. Los veterinarios lo intentaron todo, pero el estómago de los delfines se contraía ante el instrumental quirúrgico. Entonces supieron que algo similar había ocurrido en EEUU, en 1978, y que fue un jugador de baloncesto, Clifford Ray, quien socorrió al delfín.

«Señor Bao, lo necesitamos». Tras la llamada, el coloso se trasladó a la provincia de Liaoning y, rodeado de cámaras y curiosos, deslizó su 1,06 metros de brazo hasta el estómago de los delfines para extraer los trozos de almohadilla. Varias toallas alrededor de la dentadura de los delfines le protegieron de los mordiscos. El tímido coloso se sintió orgulloso de su tamaño por vez primera. La segunda, cuando pudo elegir entre 20 candidatas a la dueña de su gigantesco corazón.


COMO EL PUNTO Y LA I.

El novio es Bao Xishun, de 56 años, pastor, el hombre más alto del mundo según el Guiness con 2,361 metros de altura. La novia, Xia Shujian, de 28 años, trabaja en un centro comercial y mide 1,68, 68 centímetros menos que él. El gigante Bao, que recurrió a los medios para buscar esposa, la eligió entre 20 candidatas. Se decidió por Xia porque era la que vivía más cerca de su casa.

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