Domingo, 1 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6314.
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DELINCUENCIA / DEL ESCAPARATE AL TENDERETE
VENDO ARMANI ROBADO EN MADRID
EN LOS RASTRILLOS de Bucarest o Belgrado la ropa de lujo robada en España es la más cotizada. Sus «clientes», desde mafiosos a cantantes, pagan 800 euros por un traje que en la tienda les costaría 1.200
ANA MARIA ORTIZ. A. PETRESCU

Alas siete de la mañana, el mercadillo de Obor, en el sureste de Bucarest, está ya en plena efervescencia. Decenas de furgonetas terminan de descargar sus fardos y los vendedores se aplican en colocar la mercancía de modo que sus mejores piezas estén bien visibles. Un par de trajes de Armani, algunas prendas de Dior, dos o tres Rolex, una decena de gafas Calvin Klein, bolsos de Loewe...

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Si se busca bien, en el rastrillo rumano de Obor -desplegado todos los sábados y domingos- es posible encontrar cualquier producto original de cualquier firma de lujo. No es ningún secreto que muchos de los diseños exclusivos que nutren sus puestos adornaron los exquisitos escaparates de las principales avenidas comerciales de la Europa Occidental hasta que una banda de aluniceros o butroneros desnudó a la fuerza sus maniquíes. Obor es uno de los destinos finales, aunque no el único, del botín de las bandas de atracadores de Europa del Este que operan en España.

No sería extraño pues encontrar allí alguno de los trajes de caballeros robados la madrugada del pasado domingo de la tienda Armani Collezione en Madrid, ubicada en la calle Serrano, en uno de los extremos de la bautizada como Milla de Oro por lo prohibitivo de sus precios. Uno de estos diseños hurtados a Armani Collezioni, en torno a los 1.200 euros en la etiqueta original, se puede adquirir en Obor por unos 800 euros.

Los precios no son precisamente baratos para ser prendas de dudosa procedencia, hablando eufemísticamente. Los rumanos, especialmente hipnotizados por las marcas, están dispuestos a estrujarse la cartera por una buena pieza de Moschino o de Louis Vuitton independientemente de cómo se haya hecho el vendedor con ella. Cuanto más grande y ostentoso sea el letrero de la firma, mejor. En Obor llenan sus armarios los grandes capos de las pequeñas mafias locales, los cantantes gitanos con caché y los nuevos adinerados. Los jóvenes sin un duro que se pasean por los puestos miran sólo por empaparse de las nuevas tendencias.

Hasta llegar a una de las perchas del bullicioso Obor, el Armani robado ha recorrido más de 3.000 kilómetros por carretera. Las bandas que operan en España son especialistas en deshacerse de la mercancía sin hacer ruido. Rara vez la prensa da cuenta de la detención de un grupo de delincuentes cazados mientras transportan lo hurtado. Sucedió en enero pasado y de casualidad. La Guardia Civil paró a cuatro rumanos en un control rutinario en el kilómetro 82 de al AP-61 y se encontró con un maletero repleto de prendas de Nike y Pepe Jeans, aún con las etiquetas y los dispositivos de alarma.

Lo normal es que no se vuelva a saber nada del género alunizado. Los canales habituales de distribución de las bandas pasan por dejar parte de sus existencias en España para que acaben vendidas en Internet o en algún rastrillo de domingo. «En mi ciudad un gitano que trabaja en el mercadillo abre su garaje con ropita chuli y barata», comenta en un foro una internauta de Sabadell, «biquinis de Berska, pijamas de Oshyo y tejanos de Zara a cinco euros y cazadoras de Custo por 20. La mayoría son prendas robadas, lo sé porque el propio gitano me lo ha dicho», continúa sin rubor.

El grueso del botín, en cambio, sale pronto del país camino de Italia y de Europa del Este. Quizás los trajes de Armani estén haciendo ya ese viaje en las traseras de una furgoneta cualquiera. Las mafias suelen aprovechar el viaje de vuelta de los vehículos que transportan inmigrantes a España. Llegan cargados de ilegales que tratan de sacudirse la miseria y regresan repletas de estandartes de la opulencia: Versace, Paul Gaultier, Cavalli, Rolex...

Una vez dejados atrás los Pirineos, la primera escala será Milán, donde se dejan algunos bultos en manos de los mafiosos interesados de la zona. El resto sigue su ruta hacia los mercadillos de Budapest, Belgrado y Bucarest, mucho más atractivos por lo elevado de sus precios. Unos zapatos de Manolo Blahnik de 600 euros se pueden colocar en Odor fácilmente por 400 e incluso 450 euros.

El negocio, a juzgar por los continuos saqueos en los establecimientos de donde se proveen, debe de ir viento en popa. No es la primera vez que intentan atracar Armani Collezioni y, aunque no hay datos de los robos sufridos en un sector tan específico como es el de las tiendas de ropa y complementos de lujo, las asociaciones del ramo coinciden en señalar que los hurtos van en aumento. Sólo en la Milla de Oro, en el último año se han producido siete alunizajes. Entre las firmas desvalijadas están Loewe, que ha sido puesta patas arriba un par de veces en los últimos años, tres joyerías y la tienda de bolsos de Prada.

El sector de las prendas de diseño, a decir de Hilario Alfaro, presidente de Acotex (Asociación de Comerciantes Textiles) figura ahora en los primeros puestos de la lista de apetencias de los cacos: «Antes eran las joyerías, pero en cuanto los joyeros se han movilizado y han aumentado las medidas de seguridad han desviado su atención hacía el textil, un sector que ha estado muy tranquilo hasta los últimos meses».

Los datos del comercio en general hablan de 100.000 robos con fuerza en intimidación en establecimientos en 2006. Según Unespa, la patronal de las aseguradoras, en 2003 una tienda fue robada cada seis minutos y cada establecimiento es asaltado, como media, una vez cada ocho años. Los robos en comercios costaron a las aseguradoras 103 millones de euros en 2003.

Los autores de los expolios en Armani, Omega, Loewe y demás son sobre todo bandas de rumanos, moldavos y albano kosovares. Entre los rumanos últimamente se detectan a ex agentes de las milicias comunistas y de la policía secreta. Apartados de sus servicios una vez que Rumanía obtuvo el plácet de la Unión Europea, en paro por tanto, han tirado de sus conocimientos criminalísticos para lucrarse.

El alunizaje, como sucedió en la tienda de Armani Collezioni, es su modus operandi más frecuente pero no el único. Cuando se topan con los bolardos que muchos comerciantes han colocado en sus aceras para proteger los escaparates de la embestida de sus coches, echan mano de una maza e incluso de las tapas de las alcantarillas para derribar las cristaleras. Durante la oleada de atracos que sufrió Baza (Granada) a finales de 2005, los tenderos se quedaron de piedra al encontrar en sus comercios alcantarillas con el membrete de Murcia. Las tapas de Baza aparecieron en establecimientos, también saqueados, en la vecina Guadix.

A Rosa María Pascual le entraron por la puerta del almacén. El robo de sus existencias, el pasado 23 de marzo en Sabadell, ha llamado especialmente la atención por lo insólito del botín: más de 600 trajes entre vestidos de novia, novio, comunión y fiesta. Desde entonces, la dueña no deja de atender llamadas de novias preocupadas y de formularse una y otra vez la misma pregunta: «¿Cómo demonios van a conseguir vender tantos trajes de boda?». En Rumanía los vestidos de novia firmados por diseñadores españoles hacen furor. Gustan mucho, incluso más que los italianos, y en Obor se pueden encontrar por 800 o 900 euros.

El rastrillo se convirtió en el mayor mercado al aire libre de Europa del Este durante la etapa comunista. Era entonces el centro neurálgico del mercado negro de los productos introducidos ilegalmente desde países de la zona capitalista. Los aduaneros, untados con algún obsequio alimenticio -salami, por ejemplo- y un cartón de tabaco americano -Kent, la marca preferida- hacían la vista gorda al trasiego de mercancías. En aquella época quedó instaurada la costumbre de no preguntar cómo es posible que de sus tenderetes cuelgue el último modelo en bolsos de Prada. La compra, que incluye el ritual del regateo, se cierra brindando con el vendedor con orujo o una cerveza.

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