Domingo, 1 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6314.
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 CRONICA
FANATISMO / EN LAS «MABROOKAS» DE CHAD
NIÑOS ENCADENADOS AL CORAN
LOS ALUMNOS de esta escuela de Chad se levantan todos los días a las tres de la mañana y memorizan el Corán hasta la noche. Cuando lo saben de carrerilla, lo estudian del final al principio. Si desobedecen les encadenan los pies. Unos privilegiados marchan a Arabia a seguir sus estudios. La mayoría acaba fracasando, enloqueciendo. Carne de cañón para engrosar las filas del terrorismo islámico

Jóvenes, pobres, despojados de todo tipo de experiencia humana, sexual, emotiva. Su única razón de vida es su religión». Así describió a sus captores el periodista italiano Daniele Mastrogiacomo, secuestrado en Afganistán el pasado 4 de marzo y liberado dos semanas después. Jóvenes, pobres, despojados de toda experiencia humana, con la religión como única razón de vida... Es también el retrato que en un par de años perfilará a la mayoría de los 400 alumnos de la mabrooka o escuela coránica de Abéché, en Chad. Jóvenes: algunos de ellos ingresan con seis años. Pobres: la mayoría de ellos acaban en la mabrooka porque no pueden ir a otro sitio. Escolarizar a un niño en un colegio público cualquiera de Chad resulta bastante más caro. Por un par de sacos de mijo (unos 60 euros) una familia puede dejar a su hijo internado en la mabrooka. Despojados de todo tipo de experiencia humana, sexual, emotiva: desde que se levantan a las tres de la mañana hasta que se acuestan, a las diez de la noche, todo lo que hacen es memorizar el Corán hasta que se lo saben de carrerilla. Cuando son capaces de repetir sus más de 6.300 versículos empiezan a memorizarlos desde el último al primero. El que desobedece o intenta huir es encadenado por los tobillos. Algunos críos han llevado esas cadenas durante más de dos años. Su única razón de vida es su religión...

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Se supone que a estos chavales los forman para que se conviertan en morabitos, anacoretas islámicos. Unos pocos privilegiados serán enviados a Arabia Saudí para continuar sus estudios religiosos. Serán los encargados de islamizar al pueblo. La gran mayoría, sin embargo, vuelve a sus lugares de origen y encuentra enormes dificultades para reintegrarse, encontrar un trabajo, vivir normalmente. A menudo estos chicos se hunden en la depresión y la locura después de un adoctrinamiento implacable. Observadores de la vida en Chad ven en estos adolescentes casi poseídos futuros candidatos para engordar las filas del terrorismo islámico.

Durante años viven en condiciones de hacinamiento. Las jornadas de estudio del Corán se interrumpen a las once de la mañana, uno de los momentos más calurosos del día, cuando, en ocasiones, el sol cae a 45 grados. Y durante los años que pasan allí sólo comen sopa de mijo, elaborada por los propios niños con el cereal entregado al principio del curso por sus familias.

La mabrooka de Abéché se yergue a las afueras de la localidad, donde empieza el desierto, en la zona oriental de Chad. No muy lejos de la frontera con Darfur. Pero el fenómeno es creciente en el país, incluso en el sur, de mayoría cristiana. Es difícil que un cristiano, un blanco, lo que ellos llaman un nassara (los que vienen a colonizarles desde Nazaret) acceda a estos reductos de fanatismo y mucho más que lo haga con una cámara de fotos. Más aún conseguir imágenes de los chavales encadenados, algo que sólo logramos gracias a una oportuna tormenta de arena. En la confusión, unos alumnos nos guiaron hasta «el dormitorio de los encadenados». Esto es lo que vimos.

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