Donatella Versace, la madre de la joven, admitía el pasado miércoles junto a su ex marido lo que para muchos hace ya tiempo que era evidente. «Desde hace años nuestra hija combate la anorexia, una enfermedad muy seria», subrayaban a coro a través de un comunicado. «Está recibiendo el mejor tratamiento posible para ayudarla a superar esta enfermedad, y está reaccionando de manera positiva. Como progenitores, estamos haciendo todo lo posible para proteger a nuestra hija. Apreciamos la preocupación desatada por Allegra, pero pedimos que se respete su vida privada», añadían, desmintiendo categóricamente las informaciones que apuntaban a la posibilidad de que el estado de salud de la «princesa», como la llamaba su tío Gianni, fuera tan precario que habría sido internada en una clínica estadounidense especializada en desórdenes alimenticios.

La oficina de prensa de la firma Versace subrayaba en ese sentido que la joven está viviendo en una residencia privada (posiblemente, en su casa de Manhattan, donde estudia interpretación y marketing) y que sus condiciones de salud no han sufrido un empeoramiento en los últimos días que pueda provocar «inquietudes particulares».

«¿Cree usted que si su madre estuviera preocupada el domingo pasado habría asistido en Nueva York al cumpleaños de Elton John y dos días después, el martes, habría acudido a Londres al lanzamiento mundial en Harrod's de la nueva fragancia de la casa de modas?», indicaban. «Allegra está enferma desde hace diez años, pero se está curando», recalcan.

Se confirmaban así los rumores que desde hace ya tiempo circulaban por Internet respecto a la extrema delgadez de la hija de Donatella Versace. «¿Habéis visto sus últimas fotos? Parece una superviviente del Holocausto», se lee en un blog. «Tan sólo pesa 32 kilos», afirma una página web. Y ahí está la revista australiana contra la que hace dos semanas la familia presentó una querella tras afirmar que la joven se encontraba al borde de la muerte.

Es verdad que desde su más tierna infancia Allegra ha vivido nadando en dinero y codeándose con numerosos famosos. Pero su existencia nunca ha sido un camino de rosas y, desde luego, tampoco ha sido muy ortodoxa.

Empezando por su padre, el ex modelo estadounidense Paul Beck, de quien se afirma sin ambages que antes de casarse con Donatella mantuvo una tórrida aventura con Gianni Versace. El propio Antonio D'Amico, el hombre que durante 15 años compartió su vida con el diseñador, admite en su reciente autobiografía que entre Beck y el modisto mantuvieron relaciones sexuales, aunque asegura que sólo en una ocasión.

En parte porque Allegra era hija de su ex amante y de su hermana, en parte porque la consideraba su alter ego femenino, el caso es que Gianni Versace siempre trató a su sobrina como si fuera su propia hija, mimándola hasta la extenuación.

La pequeña Allegra se crió dividiendo sus días entre un estricto colegio inglés en Milán, una visita semanal al peluquero, fines de semana en la villa de su tío a orillas del lago Como y veraneos en la mansión del estilista en Miami. A la «princesa», como la llamaba Gianni Versace, nunca le faltó de nada. Más bien lo contrario: vivió rodeada de exceso y opulencia.

LIFTING Y COCAINA

Pero también, con una terrible losa pendiendo siempre sobre su cabeza: la de verse obligada, como ilustrísima representante de una estirpe de grandes de la moda, a estar siempre bella, delgadísima, estupenda, elegante...

Una presión que se redobló cuando en 1997, tras ser asesinado a tiros Versace a las puertas de su mansión de Miami y se hizo público su testamento, estalló la sorpresa: el diseñador dejaba la totalidad de su participación en la casa de modas (es decir, el 50% de un imperio integrado por 20 empresas, 166 tiendas y cerca de 5.000 empleados) a su sobrina Allegra y no a Donatella, como se esperaba. Fue entonces cuando la chiquilla, que entonces tenía 10 años, empezó a mostrar los primeros síntomas de anorexia.

La propia Donatella también ha sido víctima de la exigencia de mostrarse públicamente perfecta. Una obsesión que la ha llevado a someterse a mil y una operaciones de cirugía estética, a incontables liftings, a febriles sesiones de rayos UVA y a oxigenarse garrafalmente el pelo, para acabar convertida en una especie de caricatura de sí misma.

Por no hablar de los problemas de adicción a la cocaína por los que reconoce haber pasado, y que afirma haber dejado atrás. Algo que, después de 10 años de batalla, su hija Allegra aún no puede decir respecto a la anorexia.