Su objetivo en la vida es triunfar y que Risto Mejide le dé su visto bueno. Hasta hace un mes era camarero en invierno y cantante callejero ocasional en los meses de verano: un ciudadano anónimo. Ni siquiera sabe muy bien «qué es eso del interné», aunque sus «colegas», los mismos que colgaron su vídeo en la Red, no le dejan de repetir que tiene mucho éxito en Youtube. ¿Youtube? ¿Qué es eso? «Yo no sé, mi vecina me dijo que tenía más de 30.000 visitas, eso es mucho, ¿no?».
El Fenómeno es la nueva sensación musical y está llamado a ser el próximo rompepistas nacional. Aupado calculadamente por Vale Universal para que se convierta en la canción del verano y repetir el éxito hetero-kitsch de Opá (entonces la etiqueta fue el agro-rock, ahora el nombre ya lo dice todo), El Fenómeno canta alto y claro: «Quiero ser un producto / quiero comerme el mundo / quiero ser muy famoso».
Y es que del grito de guerra warholiano «Quiero ser un bote de colón / y salir anunciado por la televisión» que cantaban Alaska y los Pegamoides al estribillo facilón rumbero «Quiero ser un producto» de El Fenómeno hay una larga cronología catódica de por medio. Porque sin Gran Hermano, sin OT y su villano de gafas oscuras de diseño y sin el Amo a Laura, El Fenómeno no existiría. La canción es la crónica de una época, en la que vivimos, como lo fue en su momento el Aquí no hay playa de Los Refrescos. El kleenex que abastece a los chiringuitos en verano.
«Todo el mundo me conoce», explica exultante este malagueño de 30 años que no se acaba de creer el éxito que ha tenido en la Red ese simpático vídeo rodado en pleno paseo de Bellvitge, en l'Hospitalet de Barcelona. Incluso la Juani, la cabra que le regaló hace años una vecina de Lute, en su Málaga natal y que le acompaña a todos lados (sí, en el vídeo también sale bailando y hasta haciendo coros), está algo afectada por la repentina popularidad. «Se me ha puesto algo deprimida, está como enfadada, no lleva bien la fama. Yo, en cambio, lo llevo muy bien, me están llamando de todos lados para ir con mis músicas».
Lo fascinante de El Fenómeno es que no hay atisbo de broma en Quiero ser un producto. «Cuando vi cómo Risto Mejide les decía a los concursantes de OT que tenían que ser un producto, me dije: «¡Yo también! Todos somos un producto, hay que ser un producto para tener éxito en esta vida. Yo quiero ser un producto, quiero estar en todos lados». Ya ven: ni rastro de cinismo. Porque El Fenómeno podría ser una crítica encubierta estudiadamente casposa del famoseo arribista de medio pelo y de las fábricas de cantantes del estilo Operación Triunfo. Podría ser un producto (nunca mejor dicho) conscientemente mainstream, pasado de rosca. Podría ser una boutade antisistema infiltrada en el sistema. Una gansada en la estela de La Hora Chanante (esos planos de El Fenómeno y La Juani embutidos en un carrito de supermercado, esas go-gós de extrarradio con el código de barras tatuado, ese chándal verde fluorescente: ¡delirio puro!). Podría ser una gran broma. ¿Acaso lo es?
El éxito está muy bien, pero, ¿hay vida tras el pelotazo? ¿No le preocupa que, como ya sucedió con el Koala, tras la nube de aplausos y politonos y las 40.000 copias vendidas todo se deshinche y no quede nada detrás? «No, no me da miedo, yo siempre voy a estar con mi gente, que me quieren y me conocen desde siempre. En Málaga y en Murcia llevo años cantando por las esquinas, en los barrios. Las canciones las tenía en un cajón abandonadas, nadie las quería, sólo me escuchaba la gente de la calle. ¡Pero si son ellos los que me han bautizado! ¡No paraban de decirme, eres un fenómeno!».
A esa gente, la suya, es a la que dedica el disco. Un CD con 11 temas muy salados, de tinto de verano, donde se reconocen influencias rock y de la canción española por antonomasia. Los Chichos, Los Chunguitos, Manolo Escobar, los Rollins Stones, los Queen... Quiero ser un producto es un batiburrillo de todo eso con presentación cañí y envoltorio buenrollero: desde el precio low cost del disco (el primero de Vale Universal), que sólo cuesta 6 euros, hasta la intensa campaña de imagen para hacer creer al público que El Fenómeno es algo espontáneo, alejado de los despachos de las discográficas donde se machaca el marketing viral, lo último que dicta el mercado.
¿Que en Inglaterra arrasan Lily Allen y Arctic Monkeys, auténticos fenómenos boca-oreja surgidos del magma de la Red? España no iba a ser menos. Seguro que en la fiesta-convención que organiza Myspace Europa este fin de semana en Berlín (con concierto secreto incluido) se hablará de muchos fenómenos como los citados. Quizá incluso coreen: «Que me va la tele / que me va la fama / que me va el buen traje/aunque seas una cabra». Nunca se sabe.