S. SANZ VILLANUEVA
En esta ocasión, el Premio de la Crítica se ha inclinado por dos perfiles de escritor distintos, casi en las antípodas, una poeta veterana de larga trayectoria, Julia Uceda, y un narrador novel, Eduardo Lago. El fallo de poesía tiene su dosis de sorpresa, mientras que era previsible que Lago se alzara con el de narrativa.
Respecto del galardón poético, no pasa desapercibido que Uceda se impuso a un autor consagrado como García Baena, a los veteranos novísimos José María Alvarez, Carnero y Gimferrer o al joven Luis Muñoz. Aunque se haya distinguido una obra concreta, Zona desconocida, el preferir a Uceda tiene un alcance mayor.
Forma parte de un proceso de revisión de la lista de autores canónicos del medio siglo en marcha desde hace un tiempo. La nómina de poetas de los 50 fue dictaminada por el grupo barcelonés de Barral, Gil de Biedma y Castellet y luego la cerró García Hortelano. Se trata de un censo excluyente fuera del cual quedaron nombres tan meritorios como Uceda o Mantero. Por eso se está dando una necesaria ampliación del canon y en ella Uceda va ganando su lugar con una poesía reflexiva, más atenta a la búsqueda de conocimiento que a la comunicación social o emocional.
Si esta elección tiene ribetes polémicos, estaba casi cantado que el premio de narrativa fuera a parar a Llámame Brooklyn. Y eso que novelas de L. M. Díez, Irene Gracia, Longares o Julián Rodríguez suponían una seria competencia a la ópera prima de Lago. A su favor contaban varios factores: su obra fue la gran sorpresa del año pasado, recibió inmejorables críticas y el suplemento de este periódico, El Cultural, la eligió por votación como el mejor libro literario de 2006.
Eduardo Lago, profesor y crítico, no es un joven (nació en 1954) ni su libro lo ha escrito un novato. Al revés, la obra tiene detrás un bagaje de lecturas, conocimientos y reposo analítico muy grandes. Es una novela de madurez biográfica y literaria que se aborda por medio de un relato complejo y de lectura no poco exigente por su disposición formal muy fracturada, con abruptos saltos de tiempo y de espacio. En fin, un libro bastante difícil, aunque no peque de ese virtuosismo que hace la literatura impenetrable al lector común y lo ahuyenta.
Al contrario, Llámame Brooklyn es un excelente modelo de narración seria que plantea con exigencia artística problemas a la vez universales y de nuestro tiempo. Por sus páginas, que recorren desde la anteguerra española hasta un futurista 2010 y se dilatan por Norteamérica y España, discurren las incertidumbres de un puñado de personajes, de gran hondura psicológica y muy bien construidos, que hablan de la soledad, del amor, de las ilusiones y del fracaso... La obra es una magnífica novela que además echa por tierra ese prejuicio hoy extendido de que un foso insalvable separa la difusión un poco amplia y la calidad.
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