JULIO VALDEON BLANCO. Especial para EL MUNDO
Cada letra mide 14 metros y a su sombra creció el cine. Inaugurado en 1923, durante un siglo el celuloide ha sido una piadosa insolvencia levantada bajo su resol. Situado en Beverly Hills, justo al norte de Mulholland Drive -donde las mansiones de la aristocracia cinematográfica emboban a los turistas-, el mítico letrero que anuncia la majestuosidad de Hollywood casi desaparece. Un incendio, presuntamente iniciado por dos jóvenes de 16 y 17 años que estaban de vacaciones con sus familiares en Los Angeles, desató el pánico.
Controlado tras abrasar 60 hectáreas, había comenzado cerca de los estudios Warner y Universal y ascendió por la ladera del Monte Griffth, en la afilada ladera que separa Los Angeles y el valle de San Fernando. Las llamas avanzaban deprisa y la nube de humo era visibile a decenas de kilómetros. Fueron necesarios 200 bomberos para sofocarlas.
El alcalde de la ciudad, Antonio Villaraigosa, señaló, hablando de los dos pirómanos, que «han admitido que provocaron el fuego, y que son lo suficientemente mayores para saber que lo que hicieron está mal». Con precipitaciones muy inferiores a la media para esta época del año, el incendio encontró combustible en una vegetación reseca, y durante horas mantuvo al mundo del cine en jaque.
Hollywood habría encajado mal la pérdida del viejo cartel. Todas los relámpagos cantan en esa madera blanca, donde los orines del vándalo perfuman al fantasma de Peg Entwistle, actriz que se suicidó en 1923 saltando desde la letra H.
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