Todos van por libre, dicen lo primero que se les pasa por la cabeza sin pensar en lo que se comentó el día anterior o hace un mes y así va pasando la Liga, a ver si suena la flauta. El Real Madrid juega hoy en Vigo con la consigna oficial de que se trata de una final en la lucha por la Liga. El presidente, Ramón Calderón, volvió a hablar de alirón y todas esas cosas en su encuentro con las peñas de Galicia, pese a que desde el club se siguen filtrando nombres de nuevos entrenadores, grandes fichajes y cientos de cambios para arreglar esta temporada, claro indicativo de que los protagonistas del proyecto se sienten tocados por la palabra fracaso. Y como el técnico sabe que no le echan porque están buscando dinero para el finiquito, pero que no seguirá después de junio, se lanza en cada rueda de prensa y tira de revólver. Ayer disparó sin piedad y, en muchos casos, sin razón.
Se lanzó Capello por la senda de la épica, de la necesidad de afrontar el partido de hoy en Vigo como una final. Tópicos en boca de un entrenador que está firmando la peor temporada del Real Madrid en la última década y que sigue con aspiraciones en la Liga gracias a que los líderes son menos líderes y menos contundentes que en temporadas anteriores. Pero la pasada llegó cuando se reafirmó como un apóstol del fútbol ofensivo. En tiempos de impostura, todo da igual, sea verdadero o falso.
Ataque.
«Yo soy un antiguo y juego con tres delanteros. Soy el único de la Liga española que lo hace. Otros juegan con sólo un punta y van de modernos así que, lo dicho, yo debo ser un antiguo», comentó el italiano sin especificar que, con su modelo de juego, la única persona que puede pasar por la condición de punta es el holandés Ruud van Nistelrooy.
La conversión de Capello en un nuevo icono del fútbol entendido como una de las bellas artes y de su equipo como una máquina de matar y de dar espectáculo, contrasta con sus declaraciones previas al inicio de la temporada, cuando era capitán general con mando en plaza y nadie quería echarle a patadas del banquillo: «En el fútbol de hoy en día todos juegan igual. Con 10 atrás y uno solo arriba». Apenas ocho meses en Madrid le han servido para modificar su filosofía, aunque por ahora, con la excepción del empate a tres en el Camp Nou, sus loables pretensiones de deleitar al madridismo se han saldado con un rotundo fracaso.
Fernando Vázquez, el técnico del Celta, fue el destinatario de algunos de sus dardos. Alguien debería haberle explicado a Capello que cuando el preparador gallego hablaba esta semana de indefinición y de falta de un estilo en el Madrid no se refería específicamente a la gestión del italiano, sino a la falta de una estructura estable en la institución. Quizás un juicio demasiado sutil para gente básica.
Capello se lanzó al ruedo sin más. «Algunos de fuera son muy listos y han debido ver todos nuestros partidos para tener una opinión tan clara. Da gusto hablar de los demás», indicó el todavía entrenador madridista.
Pese a que le buscan sustituto los mismos que dijeron que era Dios en materia futbolística, Capello trata de afrontar el partido de Vigo como uno más. Del porvenir es mejor no hablar, tal y como están el patio y los rumores: «El club puede hablar del futuro porque está en su derecho, pero yo hablo cada día del presente con mis jugadores, vivimos partido a partido. Sólo pienso en entrenar y al final de la temporada veremos. Yo dejo que la gente hable, escucho y sigo trabajando que es lo importante y único para mí. Un entrenador cuenta sólo con su equipo, lo demás son filosofías y discursos».
Para el duelo de hoy en Balaídos, Capello prepara el mismo bloque que empató ante el Barça, con Gago y Diarra en el doble pivote, Guti a los mandos flanqueado por Higuaín y Raúl, y con Van Nistelrooy arriba. Son bajas Cannavaro por sanción y los lesionados Beckham, Roberto Carlos y Reyes. Cicinho vuelve a una lista después de seis meses parado, aunque todavía es pronto para darle 90 minutos. Los laterales serán Salgado y Torres.
El Celta vive un año terrorífico en su estadio, donde sólo ha ganado un partido. Marcha un punto por encima del descenso y su técnico, Fernando Vázquez, está bajo máxima presión. El club está tan desesperado que hasta ha pedido a sus socios que lleven todos sus amuletos de la suerte a Balaídos. Para el técnico, la fortuna radica en haber recuperado a Oubiña, su faro en el centro del campo.
