Domingo, 1 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6314.
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A 25 AÑOS DE LA GUERRA DEL ATLANTICO SUR / Los testimonios / MAXIMO NICOLETTI / Jefe de la 'Operación Algeciras'
«El presidente Calvo Sotelo ordenó tratar el tema como secreto de Estado»
Su misión era atacar la base militar de la Royal Navy en Gibraltar en plena Guerra de las Malvinas. Tras ser detectados por la policía española, fueron devueltos a su país
JUAN I. IRIGARAY. Especial para EL MUNDO

BUENOS AIRES.- En plena Guerra de las Malvinas, la dictadura argentina infiltró un grupo de comandos en España para que atacara la base militar de la Royal Navy, en Gibraltar. Aquella acción secreta se llamó Operación Algeciras y fue abortada a tiempo por la policía española.

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El jefe operativo era Máximo Nicoletti, hombre rana y avezado ex guerrillero especializado en ataques submarinos. Hoy, a los 57 años, desvela por primera vez para la prensa española esa historia en una entrevista exclusiva concedida a EL MUNDO.

Pregunta.- ¿Cómo nació la Operación Algeciras?

Respuesta.- Después de que Argentina recuperó las islas, me convocan del Servicio de Inteligencia Naval para pelear en la guerra. Yo le propuse a la Armada un ataque de hombres ranas a Gibraltar y aceptaron. Éramos cuatro hombres. El Marciano (se niega a identificarlo) y yo -los dos, hombres ranas y ex montoneros-. De enlace y apoyo, Nelson Latorre, ex jefe de Montoneros, y Héctor Rosales, teniente de navío de la infantería de Marina. Éste era el único militar del grupo. Latorre y Rosales ya han fallecido.

P.- ¿Cómo se programó la operación?

R.- (Se ríe) Lo único que la Armada nos dio fue un plano de turismo de la bahía de Algeciras. Nada más. Ni siquiera una carta militar. También nos entregaron pasaportes falsos, los equipos de hombre rana y 40.000 dólares. El 14 de abril volamos a París y de allí a Málaga. Al llegar alquilamos los coches. Fuimos a El Corte Inglés y compramos un bote inflable con motor. Si nos preguntaban, decíamos: «Somos turistas, estamos paseando».

P.- ¿Y los explosivos?

R.- Viajaron por valija diplomática a la embajada argentina en Madrid. Eran tres minas submarinas de origen italiano. Las cargamos en el maletero de uno de los coches y volvimos a Andalucía.

P.- ¿Cómo era el plan de ataque?

R.- De noche había que navegar desde Algeciras hasta la mitad de la bahía, luego acercarnos nadando lo más posible a los buques de la Royal Navy y sumergirnos y colgar las minas de la quilla. Después, la retirada otra vez nadando, bajo la sombra del murallón, hacia La Línea. Todo debía realizarse con el mar encrespado. Nunca con el mar planchado. Estas operaciones son de infiltración. En el momento de acercarse al objetivo, para nadar un metro puedes tardar una hora.

P.- ¿Llegaron a actuar?

R.- Un día ingresaron una fragata con misiles y un carguero de la Royal Navy. Llamamos a Buenos Aires, pidiendo el visto bueno para atacar. Pero nos lo denegaron, supuestamente porque Perú negociaba una salida diplomática. Era el 2 de mayo y justo ese día los británicos hundieron el crucero Belgrano en Malvinas. Si hubiésemos actuado, poníamos el marcador Argentina 2 - Gran Bretaña 1. Después de que hundieran el Belgrano, tuvimos la aprobación para hundir cualquier buque de guerra inglés. Otro día vimos dos lanchas. Zarpamos con el bote desde Algeciras y nos internamos en la bahía con las minas. Pero a mitad de recorrido debimos echarnos atrás. Las condiciones no eran favorables. Era una noche clarísima y el mar estaba planchado. Nos habrían detectado.

P.- ¿Hubo más intentos?

R.- El lunes 10 de mayo vimos entrar una fragata de la Royal Navy. Luego sabríamos que era la Ariadne. Esa noche íbamos a ejecutar la operación. Pero todo se derrumbó porque la policía española detuvo a Rosales y Latorre al renovar el contrato de alquiler de los coches. Cuando le revelamos qué hacíamos, el jefe del grupo de policías que nos detuvo soltó: «Ingleses, hijos de puta» y nos invitó a comer. «Yo pago», dijo. Fuimos a un restaurante y comimos a lo grande, en plan camaradería. Luego dejamos las minas en la comisaría de Málaga y el jefe de policía de la ciudad nos dijo: «Han tenido suerte, porque se van». Resulta que ese día estaba en Málaga el presidente español Leopoldo Calvo Sotelo y ordenó tratar el tema como secreto de Estado. Amenazó a los policías con hacerles perder la carrera si filtraban la información. Así que no nos ficharon ni sacaron fotografías y subimos a un avión. Algunos decían que era el avión de Calvo Sotelo. Volamos a Barajas, de ahí a Canarias y volvimos a Buenos Aires.

P.- ¿Cuánto tiempo duró todo?

R.- Casi un mes. Las horas se hacían eternas. Estábamos como locos porque no podíamos hacer otra cosa: establecer relaciones, conocer a una chica. Para matar el tiempo hasta fui a jugar unos dólares al casino de Marbella.

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