VICTOR DE LA SERNA
El pasado 26 de marzo se anunciaba en Nueva York la muerte de la revista Life tras la publicación del número del próximo día 20. Uno recibe las noticias de la desaparición de Life igual que una madrugada de 1978 recibió, medio dormido, la llamada desde la redacción de un periódico madrileño con la noticia de que el Papa acababa de morir: «¡Pero si eso sucedió el mes pasado!» «No. Ése era Pablo VI. Ahora se ha muerto Juan Pablo I».
¿Qué Life (que significa Vida, claro) desaparece ahora? ¿Cuántas veces nos han anunciado su muerte? ¿Renacerá de sus cenizas otra vez más, quizá a partir del modesto sitio de internet que desde finales de este mes será el único que lleve su legendaria cabecera?
El que desaparece es un mero suplemento semanal de bastantes pocas páginas y pequeño formato que ha acompañado desde 2004 las voluminosas ediciones dominicales de muchos diarios, incluidos The Washington Post, Chicago Tribune y Los Angeles Times. Antes pasó por todo tipo de vicisitudes. Nacido en 1883, fue refundado en 1936 por el editor de Time, Henry Luce, sobre la premisa de que una foto valía mil palabras, como la primera revista puramente fotográfica, con textos que no pasaban de ser pies de foto más o menos amplios. Llegaría a tirar 13 millones de ejemplares en su etapa como semanario hasta su primera muerte en 1978. Otros seis años sacando cuadernillos especiales, monográficos, de forma intermitente, y en 1978 -cuando aquel relevo vaticano...- se convertía en mensual hasta 2000 y una nueva desaparición de cuatro años.
A cada vez, la pérdida de popularidad y ventas, hasta la entrada en pérdidas, ha sido la causa de estos episodios guadianescos. Y es que la revista de mayor éxito de la historia periodística llevaba en sus genes fotográficos la causa de su propia obsolescencia, y se manifestaban ya hace medio siglo. Sí, la nómina de fabulosos fotógrafos de la época dorada -Robert Capa, Alfred Eisenstaedt, Edward Steichen, George Silk...- es inigualable y de su talento salieron portadas inolvidables. Pero la imagen quieta no podía a la larga competir con la televisión. A partir de 1978, las diferentes reencarnaciones adoptaron la forma de revistas de interés general, mucho menos originales. Y, a la larga, también condenadas al fracaso.
Porque, claro, los múltiples ocasos de la gran revista ilustrada no han sido sino parábolas muy señaladas y espectaculares de la crisis de toda la prensa impresa. La especialización parece ser la vía de mantenimiento futuro de las revistas como género periodístico económicamente viable. Mientras tanto, el soporte electrónico ofrece las mejores perspectivas de futuro para la prensa escrita. Pero en internet no valen meros remedos de las publicaciones tradicionales. Viendo el sitio (http://www.life.com/Life/) que va a perpetuar el nombre histórico en internet, con escaso contenido interactivo y muchos enlaces rotos, uno se pregunta si de verdad puede evitar la desaparición definitiva...
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