Las crónicas en barro de los edificios asirios eran una amenaza para posibles invasores. Cerca de 3.000 años después, Irak -nombre actual de la antigua Asiria- sigue soportando invasiones y pierde su patrimonio cultural.

El presente del asentamiento original de Asiria convierte en excepcional la exposición Arte e Imperio. Tesoros asirios del British Museum, que desde ayer y hasta el próximo mes de septiembre se exhibe en el Museo Arqueológico de Alicante.

Así, al menos, lo quiso destacar Andrew Burnett, el subdirector de la colosal institución londinense, que ha prestado parte de su colección asiria, más de 200 piezas, al museo alicantino. Según Burnett, sólo con una colección así, y con su itinerancia, el público mayoritario puede acceder a una parte capital de la historia de las civilizaciones, más allá de los impactantes fondos que el British ostenta en Londres.

Dos son las razones por las que el museo inglés ha accedido a compartir su preciado material. La primera, que «se declara favorable a compartir sus fondos y conocimientos, para convertirse en un museo del mundo para el mundo», explicó Burnett desde el estrado que compartía ayer con José Joaquín Ripoll, responsable del museo.

La segunda razón, según Burnett, es más bien «una reflexión». «La tristeza por la trágica historia de Irak en los últimos cuatro años», los correspondientes a la guerra respaldada por el Trío de las Azores, se contrarresta, según el subdirector del British, «con el mensaje de esperanza que transmite esta colección».

«Vitalidad»

A su juicio, la magnificencia de los relieves asirios, los aportes científicos -especialmente en el campo de la escritura y la astronomía- de sus tablillas y la pulcritud de su trabajo manual son un camino que podría devolver a Irak «la vitalidad y creatividad» de sus antepasados.

El problema es que «los yacimientos iraquíes han sufrido muchos daños y la mayor parte de los fondos del Museo de Bagdad se han perdido» tras la irrupción de las fuerzas internacionales comandadas por Estados Unidos.

Un panorama desolador que acabó de perfilar John Curtis, el responsable del departamento de Medio Oriente del British Museum. «Más de 8.000 objetos se perdieron en los primeros meses de la guerra», allá por 2003, «y los yacimientos y monumentos han sufrido daños» imposibles de cuantificar.

De ahí que, salvo en la sede del British, el esplendor de Nínive o Assur, principales ciudades asirias, tiene su principal referente ahora en el museo, donde por primera vez se han dedicado todas las salas temporales a una sola exposición. La del poderío belicoso del pueblo que sentó las bases de la actual civilización.