MANUEL LAGARES
La dimisión de Manuel Conthe, presentada de forma inesperada, aunque ignorada antes de producirse, no me ha resultado, sin embargo, sorprendente. Quizás lo más sorprendente de esa dimisión sea que no se haya producido antes, conocida la trayectoria personal y profesional del dimisionario y las circunstancias que han acompañado su paso por la presidencia de la CNMV.
Manuel Conthe, excelente técnico comercial y economista del Estado, ha sido siempre persona enamorada de las infinitas paradojas que irremediablemente se plantean en el ámbito de la economía y de la vida real. Describió casi todas las referentes a la economía, con buen estilo y divertida prosa, en sus artículos de Expansión, mientras mantenía insólitas batallas con la dirección del Banco Mundial, organismo en el que prestaba sus servicios en un alto puesto directivo. Su paso previo por el Banco Interamericano de Desarrollo, su etapa de director general del Tesoro y Política Financiera, su breve periodo de secretario de Estado de Economía pero, sobre todo, la afectuosa benevolencia del nuevo Gobierno del PP, le habían llevado en 1996 a la vicepresidencia financiera del Banco Mundial. Su forma de ver y plantear las cosas le condujeron al conflicto con la dirección de ese organismo, su paradoja de la vida real. La solución no podía ser otra que su abandono del cargo y su vuelta de Washington.
Su paso por la presidencia de la CNMV ha tenido dos referencias esenciales, también muy próximas a los planteamientos paradójicos que tanto le divertían: su código de gobierno corporativo y la OPA sobre Endesa. Sin duda, el código ha constituido un intento de racionalizar y unificar las dos versiones anteriores (Olivencia y Aldama) de ese cuerpo de doctrina, con aciertos importantes pero, paradójicamente, desde una óptica intervencionista que se correspondía mal con el espíritu autorregulador y liberal del código.
En cuanto a la OPA sobre Endesa, la historia no ha terminado aún de escribirse pero lo que se conoce hasta hoy de ella deja un lamentable saldo. Endesa, una compañía bien situada para desempeñar un brillante papel en Europa, se ha visto sometida a dos OPA sucesivas que han terminado en fracasos estrepitosos y al asalto (final, por ahora) de una empresa dominada por el interés público de otro país, no de España, con el probable resultado de su descuartizamiento y, desde luego, con pérdida total de su anterior importancia. Todo ello ante la actitud de una CNMV primero sorprendentemente cooperante en la tarea de desguace y luego, paradójicamente, superada (y quizás hasta avergonzada) por los acontecimientos.
Era fácil prever la dimisión de Manuel Conthe a la vista de su propio Código de Buen Gobierno y de lo que ha debido experimentar al quedarse sólo y sin apoyos cuando ha tratado tímidamente de aplicar algunas de sus propias normas. Por el contrario, no resulta fácil prever todavía cual será el futuro de Endesa. Pero bueno será que los empresarios españoles saquen consecuencias de lo que significa transigir con el intervencionismo. Incluso cuando aparentemente se gana interviniendo.
Manuel Lagares es catedrático de Hacienda Pública y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.
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