Un año después de las últimas elecciones parlamentarias, que revelaron la incapacidad de los europeístas que montaron la revolución naranja para formar gobierno, Ucrania vuelve a quedar varada en el limbo político tras la disolución de la Rada (cámara baja del Parlamento) y la consiguiente convocatoria de elecciones decretadas ayer por el presidente, el prooccidental Viktor Yushchenko, que a finales de 2004 lideró la revolución popular en Kiev contra el fraude electoral.
La medida debe poner fin al Gobierno del prorruso Viktor Yanukovich, rival ideológico del presidente y objeto de las iras populares durante la revolución naranja, que, paradójicamente, accedió el pasado agosto a la jefatura del Gobierno después de que naranjas y socialistas fueran incapaces de formar gobierno tras meses de infructuosas negociaciones.
Mientras Yushchenko justificaba anoche su golpe de mano en un discurso televisado como medida necesaria para «preservar la soberanía estatal y la integridad territorial», el Parlamento le plantó cara en una sesión extraordinaria donde 261 diputados (de un total de 450) se pronunciaron a favor de ignorar la decisión del presidente. Asimismo, el hemiciclo (dominado por la mayoría prorrusa) votó a favor de la disolución de la comisión electoral central y aprobó bloquear la financiación de las legislativas anticipadas, fijadas por Yushchenko para el 27 de mayo. Además, pidió un dictamen de la Corte Constitucional para verificar la legalidad del decreto firmado por el presidente, según informa Afp.
Mientras el Departamento de Estado de Estados Unidos hacía un llamamiento a la calma en la convulsa Ucrania, el ministro de Defensa y último fiel a Yushchenko en el Gobierno, Anatoli Gritsenko, alimentó el fuego al remarcar que «el Ejército cumplirá las órdenes del comandante en jefe», función que la Constitución otorga al presidente.
En el origen de la crisis se halla el éxodo de diputados que en los últimos meses han desertado de las filas naranjas integrándose en la fracción mayoritaria del filorruso Partido de las Regiones que encabeza Yanukovich, que aspiraba a alcanzar en los próximos meses una mayoría de 300 diputados, suficiente para vetar cualquier decisión del presidente, lo que mermaría del todo sus competencias, ya recortadas a favor del primer ministro tras los cambios constitucionales que alumbró la revolución.
Tras fracasar sus negociciones de última hora con las fuerzas de Yanukovich, y mientras decenas de miles de manifestantes fieles al primer ministro protestaban por una disolución que ya veían venir, el presidente anunció la decisión esgrimiendo que «la mayoría parlamentaria no oculta su intención de usurpar el poder».
Con la disolución del Parlamento, Ucrania vuelve a dar un paso hacia adelante y dos atrás en medio de la profunda división política que acentuó la revolución naranja, que contestó en las calles de Kiev el pucherazo de las presidenciales de 2004 y polarizó al país en europeístas y prorrusos. Pero la reciente ola de transfuguismo demuestra hasta qué punto el muro ideológico que divide al país es más poroso de lo que parece.
La medida del presidente fue apoyada por la oposición parlamentaria compuesta por Nuestra Ucrania (fiel al presidente) y el Bloque de Yulia Timoshenko, la ardiente agitadora de masas durante la revolución de 2004, enemistada con Yushchenko desde que en 2005 fue cesada al frente del primer Gobierno naranja, escindido en dos mitades que se acusaron mutuamente de corrupción. Desde la misma plaza donde se ganó el título de la pasionaria ucraniana, Timoshenko arengó este fin de semana a sus seguidores apelando al «deber» del presidente de «desechar esta asamblea corrupta y traicionera y seguir adelante con elecciones abiertas y honestas en las que sin duda vencerán las fuerzas democráticas».
Pese al optimismo de Timoshenko, la agria disensión interna de los naranjas se halla el origen de la inestable situación política del país en los últimos tres años. Tras las legislativas de 2006, los naranjas intentaron durante meses formar un Gobierno con los socialistas de Alexander Moroz, pero éste apoyó a última hora a la coalición de mayoría prorrusa propuesta por Yanukovich, que hubo de ser aceptado a regañadientes por el presidente como primer ministro.
Yushchenko, envenenado en la campaña electoral de 2004, ha lidiado en los últimos meses con la oposición frontal del primer ministro a su política europeísta, como se comprobó en el difícil nombramiento de un ministro de Exteriores europeísta.