Martes, 3 de abril de 2007. Año XIX. Número: 6.316.
OPINION
 
Editorial
BAZA MACABRA EN MANOS DE ETA

La declaración ante la Guardia Civil del etarra José Angel Lerín, responsable del comando Donosti desarticulado la semana pasada, resulta muy inquietante por dos de sus extremos. En primer lugar, asegura que el número uno del aparato militar de ETA, Txeroki, le ordenó expresamente que no atentase contra miembros del PSOE; en segundo lugar, dice que le dio instrucciones para seguir y recopilar información sobre determinados objetivos, entre ellos el filósofo Fernando Savater y la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua.

Ambas informaciones ponen en evidencia una vez más que la voluntad de ETA para atentar seguía intacta durante la tregua. A pesar del supuesto alto el fuego permanente, la banda mantenía todas sus opciones abiertas y sostenía el terror como espada de Damocles sobre la mesa de negociación.

Ahora bien, lo que realmente pone los pelos de punta de la declaración del cabecilla del comando Donosti es esa macabra selección de contra quiénes sí y contra quiénes no debía atentar.

Aunque su versión no quede avalada por documento alguno, a nadie le pasará inadvertido que ETA eligiese entre sus principales objetivos a Savater y Pagazaurtundua, dos personas emblemáticas por discrepar con la política antiterrorista de Zapatero desde la izquierda. En otras palabras, dos de los pocos que todavía podrían persuadir al presidente de que rectifique en su aproximación a ETA.

La selección de estos objetivos no puede desgajarse de la simultánea exclusión expresa de los demás miembros del PSOE -se ve que a Maite Pagaza ETA no la considera socialista- como posibles víctimas de atentados, un privilegio que guarda un desafortunado pero ineludible paralelismo con el resultado de la entrevista entre Carod y ETA en Perpiñán. Txeroki da en cambio vía libre a sus secuaces para que atenten contra cualquier miembro de un PP cada vez más abandonado y aislado por las demás fuerzas democráticas.

Resulta evidente que la banda aprovecha de forma siniestra las contradicciones internas del sistema democrático sobre la lucha antiterrorista. Aunque el responsable moral y penal de cualquier atentado sería siempre ETA, a nadie se le escapará que es una determinada política la que ha alimentado esta nueva discriminación de la banda. En esa política está el origen de que ETA vea ahora con ojos distintos al PP y al PSOE. Y esto demuestra de una vez por todas que no se debe hablar con terroristas si no se representa al conjunto de los demócratas, es decir, al Gobierno y a la oposición.De no existir ese acuerdo, lo mejor es esperar a recuperarlo.La actual división es una victoria de ETA que Zapatero le ha concedido. Perpetuar esta situación supone proporcionar a ETA la macabra baza de romper definitivamente la mesa del consenso arrojando sobre ella el cadáver de un concejal o dirigente del PP. Sería un salto cualitativo trágico en la liquidación del espíritu de la Transición.

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