FERRER MOLINA
Lo admito. Soy una de las 45.000 personas que pugnaron por convencer a una productora de televisión de que mi fealdad y los traumas que ésta me causaron me hacían acreedor a estar entre el puñado de privilegiados que tienen derecho a pasar gratis por el cirujano para recomponer su físico. En realidad, la foto de aquí arriba, a la izquierda, está manipulada con Photoshop, o sea, retocada informáticamente. En realidad soy calvo, bajito y mayor de lo que me ven. Todas las características de un fascista español. Sólo me falta la bandera. Y, como comprenderán, yo no quiero que me confundan con alguien del PP.
Mi angustia no consiguió convencer a los responsables de las pruebas de selección, y eso que estaba dispuesto a llevar ante las cámaras a mis atormentados padres y a los amigos del cole, que tantas veces me dieron la espalda y que tanto se burlaron de mis defectos. Si hubieran podido relatar mi caso les habrían puesto los pelos como escarpias. Ya nunca podré pagar los 60.000 machacantes -euro arriba, euro abajo- que puede costar mi reconstrucción.
He leído muchas críticas al programa Cambio radical. No las entiendo. Basta con ver la cara de felicidad de los concursantes al entrar a quirófano: parecen niños a la entrada de Disneylandia. Yo me hubiera sentido igual. La sorpresa, los gritos de alegría y las lágrimas de sus allegados cuando aparecen en el plató demuestran la bondad de este experimento sociológico que, probablemente, acabará siendo subvencionado por la Seguridad Social. Es más, no alcanzo a comprender cómo ha podido escapársele esta iniciativa a la cadena pública. Y no hablemos ya de su éxito de audiencia. Los televidentes, que son quienes tienen la última palabra, han hablado clarito.
Estoy convencido de que quienes arremeten contra Antena 3 son las mismas personas que andan siempre enfurruñadas, que rechazan cualquier avance de la Ciencia y que tratan de poner freno a los cambios y al progreso. Que se oponen a todo porque sí. Son los mismos que critican al Gobierno por la excarcelación de De Juana Chaos o por no estar dispuesto a entrullar a Otegi. Que arremeten contra lo acontecido con Endesa aunque no tengan una maldita acción ni repajolera idea de qué es la Bolsa. Gente poco flexible que sólo ve blanco o negro, que no repara en matices, que se levanta cada mañana con el ceño fruncido y el odio hirviendo en sus venas. Que es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo para generar crispación.
Pocos partidos pueden reunir a 45.000 personas, y Cambio radical ha juntado a 45.000 adefesios. Su voto y el de sus familias (y entonces nos vamos ya a la población de una capital de provincia) es importante. Estoy seguro de que el presidente, con su sensibilidad habitual, tenderá una mano al gran colectivo nacional de feos. Yo le quedaría eternamente agradecido.
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