LAZARO COVADLO
La primavera trae consigo vida y muerte. Este año Canadá limitó la matanza de focas: la cuota quedó reducida a 270.000 ejemplares; 65.000 menos que en anteriores temporadas. Es un dato a tener en cuenta por quienes dudan de los buenos sentimientos de las autoridades canadienses.
El oficio de exterminar focas es un poco más duro que el de aplastar hormigas o matar moscas. Las condiciones ambientales no son demasiado benignas, y por lo general se trabaja en temperaturas muy inferiores a los cero grados. Por lo demás, no es demasiado complicado.Todo consiste en abrigarse bien, llevar gruesos calcetines, guantes adecuados, y un garrote o maza de hierro que los matarifes conocen como hakoptik. Esta herramienta es imprescindible.
Una vez situado en el terreno del exterminio, el buen matarife procederá a apalear con su hakoptik a los pinnípedos. Se levanta la maza verticalmente y a continuación se la baja con gran fuerza y velocidad sobre el cráneo de la foca cachorro. Este animal tiene aspecto gracioso: parece un perrito de pocos días. Hay que tratar de no enternecerse, pues los sentimientos blandos dificultan el trabajo.
Una vez que el hakoptik choca contra la cabeza del mamífero, los huesos de la misma se quebrarán, lo que será acompañado con un sonido seco, algo así como ¡crack! El resquebrajamiento de la bóveda craneal del cachorro de foca, dada la blandura de los huesos, aún no del todo calcificados, no debe presentar mayores dificultades. Ha de tenerse en cuenta que son apenas un poco más duros que los de un bebé humano de pocos meses. El cazador de focas bebé podría ayudarse mentalmente imaginando que apalea un bebé humano. ¿Alguno de sus hijos quizá? No es un mal sistema: si se diera el caso de que el cazador de focas tuviera hijos pequeños, con toda seguridad debe de conocer las características craneales de estos ejemplares, tanto por haberlos acariciado en los momentos de ternura paternal, como por haberse deleitado pasando los dedos entre la pelambre del niño. Las focas pequeñas también poseen pelos suaves, por algo son tan apreciadas sus pieles por ciertas señoras que gozan de alto poder adquisitivo.
Una vez consumada la muerte de la foca de pocos días, el bloque de hielo y la nieve quedarán impregnados de sangre. No hay por qué preocuparse: sucesivas nevadas borrarán todo rastro de violencia.En caso de que el cazador de focas sintiera en medio de la faena la súbita irrupción de cualquier inoportuno escrúpulo sentimental, puede justificarse con el argumento de que estos animales contribuyen a la extinción de los bancos pesqueros de bacalaos. Las organizaciones defensoras de la vida animal intentan demostrar que es falso, pero ya se sabe que esta gente se dedica a incordiar a la industria peletera, que por otro lado es la que tanto complace a las damas que gustan de coquetear envueltas en trozos de cadáver animal, como la Venus de las Pieles, heroína de Sacher-Masoch, que dio lugar al término masoquismo.
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