XAVIER MARCÉ
La integración social de las nuevas emigraciones es un problema europeo, de gran trascendencia para nuestra sociedad, que tiene una dimensión económica y laboral y otra simbólica e identitaria.
Desde el punto de vista económico y laboral los procesos de integración son extraordinariamente lentos dado que las emigraciones obedecen a un doble flujo de intereses. Por un lado, la llegada masiva de ciudadanos extracomunitarios que huyen de las condiciones infrahumanas de sus respectivos países a la búsqueda de un mercado laboral incierto pero plausible. Esta emigración, legalmente perseguida, genera multitud de contradicciones entre la mentalidad buenista de una parte de nuestra sociedad y la precariedad laboral en la que se mueve otra parte de la misma. Por otro lado, hay un flujo de emigración legalizado en origen, que tiene como objetivo regular las demandas laborales que surgen en nuestro mercado y que a menudo son rechazadas por el paro interno. Ambas realidades se complementan e interactúan a partir de las sucesivas legalizaciones periódicas de emigrantes, de tal modo que la emigración cumple una función de sostén económico de la sociedad europea y a la vez genera un mercado laboral ilegal y marginal pero real, hasta el punto que ambas funciones se alimentan mutuamente.
Los hijos de estos emigrantes de primera generación, europeos de pleno derecho, son las principales víctimas de los cambios de coyuntura laboral, apremiados por un paro creciente y las nuevas llegadas de emigrantes ilegales que abastecen una demanda de trabajo cada vez más marginal. Eso explica las revueltas de la banlieur de París y aventuran potenciales explosiones de corte similar en las periferias de las grandes ciudades europeas.
A diferencia de la realidad norteamericana, el proteccionismo social europeo genera unas expectativas, a menudo irreales, en las futuras generaciones de nuestra emigración que son la causa de una creciente frustración. La integración laboral es el mejor antídoto contra la xenofobia, pero ésta sólo se produce con ingentes inversiones en educación y una autentica igualdad de oportunidades que sólo se sustenta en profundos cambios en nuestra configuración simbólica e identitaria.
El deporte, las modas y tendencias (gastronomía, vestimenta, etc.) y la cultura son los principales elementos para normalizar la relación entre comunidades autóctonas y foráneas. Están igualmente sujetas a multitud de falsas realidades y mitos parciales, pero facilitan una percepción de ejemplaridad que a la postre alimenta nuestro pequeño mundo de referentes personales.
La escasa presencia de proyectos culturales de mestizaje e interrelación cultural en nuestro país es preocupante, hasta el punto que las distintas comunidades existentes fijan sus propios medios de comunicación. La televisión digital e Internet facilita que las comunidades foráneas accedan a sus propios medios, pero a los nuestros les corresponde producir contenidos que atraigan a los emigrantes y construyan nuevas pautas de comunicación intercultural.El objetivo no puede ser únicamente mejorar la percepción que la población autóctona tiene de la emigración, también debe incluirlos a ellos entre su clientela estable. Cuantos más presentadores, famosos, cantantes, creadores, artesanos y todos los pequeños ídolos que definen nuestra sociedad mediática provengan de las emigración antes generaremos interlocutores sociales de referencia validos para el conjunto de nuestra sociedad.
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