La lectura es una de esas cosas que cuenta con una buena fama universal. Todo el mundo la recomienda, y nadie se atreve a desaconsejarla en público. La pregunta del millón que nadie se hace es: leer ¿para qué? Hace año y medio, José Antonio Marina y María de la Válgoma (pareja artística ya en varios libros) publicaron La magia de leer, donde hablaban de la importancia de la lectura para entender los argumentos ajenos y, por tanto, como base para la convivencia.
Ahora, rematan la faena con La magia de escribir (Plaza & Janés), donde se ocupan de la parte creativa y expresiva que debe ser la continuación natural de la lectura. El libro lo presentó sólo Marina.
«La lectura es como la alimentación», dijo Marina. Tan mala es la anorexia como la bulimia, y así como hay que hacer algo con lo que se come, hay que quemarlo para no engordar, tambien hay que hacerlo con lo que se lee. Lo más inmediato es saber expresarnos mejor; entre otras cosas, porque, como le ocurría a E. M. Forster, a menudo no sabemos lo que pensamos si no lo decimos.
Leer, pues, para expresarnos; que es algo, dice Marina, parecido a hacer spaghetti. En ambos casos se trata de coger una masa amorfa y extraer de ella un hilo delgado. El libro pretende nada menos (Marina se reconoce un poco megalómano) que un cambio pedagógico: pasar de una pedagogía de la asimilación (pasiva) a otra de la expresión y la creación.
Las ventajas son visibles en cada género literario. La poesía no sólo nos hace disfrutar, sino que nos permite ver de un modo distinto las cosas de todos los días (las odas de Neruda a las cosas elementales son el mejor ejemplo a este respecto). Las novelas nos enseñan a contar mejor nuestros propios asuntos; y la filosofía, además de mostrarnos lo que dijeron los sabios que en el mundo han sido, nos permite, aprender a pensar.
El caso de Umbral
El libro entra también en los mecanismos de la creación literaria con el objeto de dar algunos consejos a quien quiera iniciarse en la escritura. Sobre esto, «el escritor español que mejor ha analizado la creación literaria», dice Marina, «es Francisco Umbral; porque siempre tuvo claro que lo que quería hacer era escribir».
Umbral empezó por crearse un aspecto físico, indumentario, de escritor. Eso no está de más, pero enseguida hay que tener un proyecto, algo que querer contar. Cuando se tiene, sigue diciendo Marina, las ocurrencias suelen venir con facilidad, «como si se tuvieran las antenas desplegadas», ése es el segundo paso. El tercero, el más importante, es seleccionar; como han dicho algunos escritores, lo primero es hacerse con una papelera.
Con todo, Marina advierte de que lo que él y María de la Válgoma pretenden no es tanto que todo el mundo se ponga a escribir sonetos como que «la gente convierta su vida en algo expresivamente interesante». Por eso, La magia de escribir puede verse «más como un libro de autoayuda que como un manual de retórica».