JOSÉ JIMÉNEZ
Como seguramente todos ustedes ya saben, la campaña de las elecciones presidenciales francesas se está caracterizando por la realización de numerosísimos sondeos de opinión que establecen los porcentajes de apoyo de los distintos candidatos tanto en la primera como en la segunda vuelta. La publicación y los comentarios que dichos sondeos suscitan se han convertido, en sí mismos, en un elemento más, y probablemente bastante decisivo, de la campaña. Resulta inquietante, pero lo cierto es que los sondeos de opinión, con su carácter fluctuante y normalmente incontrolable respecto a su formato (preguntas, metodología aplicada, etcétera) determinan no sólo las preferencias políticas de los ciudadanos, sino, incluso, la acción de los gobernantes.
Pero no todo es política, en el sentido restrictivo del término. Además de los sondeos sobre las preferencias electorales, se acaban de publicar también los resultados de una encuesta sobre la actitud de los franceses respecto al arte contemporáneo. Realizada a partir de 951 entrevistas cara a cara por un instituto de opinión para el mensual Beaux Arts Magazine, la encuesta establece que el 67% de los encuestados siente «curiosidad» frente al arte actual, y un 32%, «entusiasmo».
Son cifras espectaculares, todavía más si se comparan con otra encuesta realizada por el mismo instituto de opinión para la misma publicación en 2001. Un 21% de los encuestados en 2007 afirma su interés por «el arte de hoy» (desde 1960 hasta la actualidad), frente al 14% en 2001. En cambio, mientras que en 2001 el interés por «el arte antiguo» (el que va hasta 1900) se situaba en un 44%, en 2007 habría caído hasta un 29%. El redactor jefe de Beaux Arts habla de una «inversión de los gustos» en la sociedad francesa, y de una «revancha» del pueblo francés contra las élites, intelectuales y grandes medios de comunicación, que tienden a ignorar al arte contemporáneo.
Es verdad que estamos hablando de Francia, la cuna de las vanguardias artísticas. Y es verdad, también, que el apoyo de las instituciones públicas francesas al arte y a la cultura en general constituye una formidable tradición. Pero conviene no echar las campanas al vuelo. Los datos de la encuesta no son concluyentes. En otra sección de la misma, leemos que el 66% de las personas interrogadas confiesa su incomprensión ante al arte actual, y un 39% su indiferencia. Y la relación de los artistas más apreciados está encabezada por Van Gogh, Da Vinci y Monet.
En todo caso, es también verdad que las encuestas son un índice. Y lo que me parece más sugestivo y estimulante: no confío mucho en los datos concretos, prefiero el hecho mismo de su realización. Sólo en nuestra época se convirtió lo que llamamos arte en una actividad destinada al público, a los públicos. No me cabe duda de que la gente, la gente normal, sencilla, tiene interés en el arte, y desea comprenderlo y disfrutarlo. Los museos y centros de arte, el sistema educativo en su conjunto y los medios de comunicación deberían contribuir a que fuera viable.
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