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Es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos (Epícteto) |
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Sexo en Madrid |
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El momento injusto |
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SILVIA GRIJALBA
Al principio, durante los primeros años, Merche se había apoyado en sus principios. Recios, sin fisuras, inamovibles. Ella era feminista y la pornografía, estaba claro, era una manifestación machista. Lo que le extrañaba era que Horacio, su pareja -como ella decía-, que siempre había luchado por la igualdad de géneros y de sexos tanto como ella, pudiera disfrutar, bueno, excitarse, con esas películas en las que las mujeres (bueno, y los hombres) parecían tontas y siempre tenían un papel pasivo. Horacio se justificaba diciendo que el deseo era el deseo y que tenía que quitarse prejuicios, que aquello no podía tomarse al pie de la letra. Merche, con los años, fue cogiéndole el gusto a los grises y dejando a un lado esa vehemencia juvenil del blanco y el negro. Así que poco a poco fue dándose cuenta de que algunas películas no eran tan vejatorias para la mujer, y se animó a intentarlo, pero nada. Aunque había traspasado la barrera ideológica, no conseguía que aquellas eyaculaciones faciales y esos primeros planos ginecológicos la excitaran. Horacio, después de mucho insistir, terminó por tirar la toalla. El tiempo pasó, Horacio y Merche se separaron y ella decidió salir más y recuperar algunas de sus antiguas amistades de la facultad.
Lo que encontró 20 años después la sorprendió. Esencialmente porque a lo primero que la invitaron, después de un par de cenas en las que quedó claro que seguían teniendo la misma complicidad de entonces, fue a un seminario en Barcelona titulado La nouvelle vague porno, en el Macba de la Ciudad Condal, el último fin de semana de marzo. Ahora resultaba que el porno se había dado la vuelta y que el posfeminismo lo utilizaba como un lenguaje liberador, de expresión femenina y más artística. Escuchó hablar por primera vez de las teorías de Anne Sprinkle, conoció el punto de vista de prestigiosísimas teóricas del género como Beatriz Preciado o Linda Williams y vio una película de HPG, uno de los grandes mitos de esa nueva pornografía contracultural, ni machista ni feminista, pero cercana al cine de vanguardia, y se dio cuenta de que ahí estaba la clave. Que eso sí le había excitado. Había una escena lésbica y ella era heterosexual, pero estaba claro, el deseo era una cosa y la realidad otra. Lo siguiente fue matricularse a un curso de Cómo rodar porno doméstico, impartido por la directora Erika Lust, que organizaba la Universidad de Sexo de La Juguetería, en Madrid (información 91 308 72 69). Cuando mandó la solicitud le vino la imagen de Horacio. El pobre... 20 años insistiendo para que vieran una peli porno juntos y un año después de separarse, ella iba a aprender a hacerlas.
silviagrijalba@mixmail.com
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