Después del anuncio de la liberación de los rehenes británicos, Irán y Estados Unidos están de acuerdo en una cosa: el otro debe cambiar. Así lo dijo el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ayer, al perdonar a los militares británicos. El presidente de la República Islámica declaró incluso que está dispuesto a reanudar las relaciones diplomáticas con EEUU si Washington «cambia su comportamiento». Aunque no explicó en qué debería consistir ese cambio, su mensaje parece que se orienta a la hostilidad estadounidense hacia el programa nuclear iraní en particular y hacia el régimen islámico en general.
Es una hostilidad que puede ir mucho más allá de las sanciones impuestas por la ONU a Irán debido al programa nuclear de ese país. Según la cadena de televisión estadounidense ABC, EEUU ha empezado a dar ayuda militar a través de su aliado Pakistán al grupo guerrillero suní Jundullah, con una ideología extremista similar a la de los talibán afganos, que les lleva a considerar a los chiíes -la secta musulmana mayoritaria en Irán- como apóstatas.
Claro que la Administración Bush tomó el mensaje de Ahmadineyad y se lo devolvió casi palabra por palabra. «El comportamiento que debe cambiar es el de Irán, no el de Estados Unidos», declaró el portavoz del Departamento de Estado Tom Casey, pocas horas después de que el presidente de Irán realizara sus afirmaciones. Ese cambio sería la suspensión del programa de enriquecimiento de uranio iraní, la condición inexcusable que Washington lleva poniendo desde hace un año para establecer un diálogo con el régimen de los ayatolás.
Hasta ahora, Irán no ha llevado a cabo ninguna actividad prohibida por el Tratado de No Proliferación Nuclear, puesto que el enriquecimiento de uranio puede servir lo mismo para llevar a cabo producción de energía con fines pacíficos o para fabricar bombas atómicas. El Consejo de Seguridad de la ONU, sin embargo, ha decidido que Irán planea la segunda opción, y ya ha impuesto en dos ocasiones sanciones económicas y militares a ese país por ello.
El presidente, George W. Bush, se limitó a declarar, por medio de un portavoz, que «da la bienvenida a las noticias» sobre los militares británicos. Y, como suele ser habitual siempre que se trata de la política exterior estadounidense, la nota más pesimista la puso el vicepresidente, Dick Cheney, que ayer no descartó, en declaraciones a la cadena de radio ABC, que Londres haya realizado concesiones a Teherán para lograr la liberación. Cheney trazó un paralelismo indirecto entre la actuación de Irán y la piratería, al afirmar que el Gobierno iraní había «capturado a gente en alta mar», a pesar de que el área en la que se produjo el incidente que terminó con el apresamiento de los británicos está en el límite de las aguas territoriales de Irán e Irak.
Según Cheney, si Gran Bretaña ha realizado concesiones a Irán, puede encontrarse con problemas similares dentro de poco. «Es importante tener en cuenta que cuando entras en este negocio de premiar este tipo de comportamiento, das lugar a más comportamientos de este tipo», dijo Cheney, en referencia al posible pago de un rescate o a concesiones políticas por parte del Gobierno de Tony Blair.
Tal vez el vicepresidente de EEUU hable por cierta experiencia personal, dado que la figura política a la que profesa más admiración, Ronald Reagan, negoció sin éxito con Irán la liberación de los rehenes estadounidense en el Líbano en 1986.
La falta de diálogo entre Irán y EEUU está dando lugar a una situación surrealista, que puede convertirse en una nueva crisis, desatada tras la desaparición del agente del FBI -la policía federal de EEUU- Robert Levinson en la isla de Kish, bajo soberanía iraní, hace casi un mes. Washington teme que su agente, que es un experto en crimen organizado en la antigua Unión Soviética, haya sido tomado como rehén por Irán. Pero, dado que ambos países no tienen relaciones diplomáticas desde la crisis de los rehenes, los contactos se realizan con mediación de Suiza.