RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
La presencia de 12.000 militantes en un mitin celebrado en París ha rescatado las siglas del Partido Comunista Francés (PCF) de los pronósticos apocalípticos. La candidata comunista a las presidenciales, Marie-George Buffet se jacta de haber igualado la marca de Ségolène y de haber superado el gentío que Bayrou congregó con motivo de su discurso en la capital.
En términos cuantitativos y estadísticos puede decirse que en los últimos 17 años el PCF nunca había reunido tantos camaradas. Mérito de la vieja estructura organizativa. Y demérito de Ségolène Royal, cuyas especulaciones ideológicas parecen haber desdibujado su peso en el ala izquierda de la izquierda francesa.
De hecho, la candidata socialista ni siquiera puede manejar su condición de mujer como baza electoral y como novedad política. También es mujer Marie-George Buffet y comparten el mismo sexo otras aspirantes al Elíseo que perseveran en la gauche. Empezando por Arlette Laguiller (Lucha Obrera) y terminando, en la lista verde, por Dominique Voynet.
Son las pruebas de la feminización del voto progresista y el ejemplo de la división que sacude a la familia francesa de la orilla izquierda. Ya lo decía François Hollande, pareja de Ségolène y primer secretario del Partido Socialista: «¿Cómo vamos a unirnos si hay tres partidos trotskistas distintos que ni siquiera se ponen de acuerdo con la idea de Trotski?».
Las interrogantes no distraen el objetivo de Marie-George Buffet como depositaria de la hoz y del martillo. El primer objetivo consiste en superar el pésimo resultado que obtuvo el PCF en los comicios de 2002. Fue tal batacazo que el candidato oficial, Robert Hue, presentó la dimisión avergonzado de haber sumado sólo el 3,7% de los sufragios.
No va a resultar fácil mejorar las cosas, pero Buffet ha percibido un movimiento popular propiciatorio que debe añadirse a la cifra oficial de militantes -134.000- y a la influencia que puedan ejercer los 13.000 cargos electos -alcaldes, concejales, eurodiputados- de la organización.
Es una cuestión de supervivencia. Cualquier resultado inferior al 5% despojaría al partido de la tutela financiera del Estado y si el fracaso se repite, incluso podría desaparecer.
Las diferencias con los grandes partidos son flagrantes. El presupuesto de Sarkozy y de Ségolène para la campaña redondea los 20 millones de euros, mientras que los comunistas han reunido cinco millones después de haber vendido las joyas inmobiliarias de la edad dorada.
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