Los periódicos digitales publican el listado de las noticias más leídas en sus páginas. Tal listado se presta a reflexiones jugosas y debería conducir a efectuar cambios en la orientación, en la jerarquización y en el tratamiento de las noticias tanto en los periódicos digitales como en las ediciones impresas. No ocurre así, ya que la prensa, tan dispuesta a criticar y a exigir cambios a todo el mundo, es muy inmovilista, dogmática y testaruda en sus posiciones, nada autocrítica, muy lenta de reflejos y con escasa elasticidad a la hora de tomar nuevos rumbos.
El menudeo diario de la política, expuesto con tintes dramáticos y con un detallismo excesivo, no ocupa, según esas listas, los primeros lugares en la preferencia de los lectores. Sin embargo, tanto los periódicos digitales como los impresos, sometidos al gusto y a las certezas invariables de sus dirigentes político-periodísticos, siguen presentando tal menudeo en la cabecera de sus publicaciones. Las noticias de carácter social y local, y las relacionadas con el ocio, la cultura y el deporte, y con los cambios de vida -ciencia, salud, tecnología- y de costumbres, así como con los sucesos, son las predilectas de los lectores de los periódicos digitales.
Es bien cierto que seguir al pie de la letra este dictamen de la audiencia podría llevar a la prensa de calidad al terreno de los diarios populares. Y también al campo de los periódicos gratuitos que, sin lugar a dudas, sí aplican el criterio que se desprende de estos listados y que, por ello, están teniendo una extraordinaria aceptación y están siendo una durísima competencia de los periódicos tradicionales.
Pero, ni tanto ni tan calvo, las preferencias de los usuarios digitales -incluso contando, o precisamente por eso, con que son jóvenes en su mayoría- deberían servir para realizar modificaciones moderadas, pero sustanciales, en los contenidos y en los tratamientos, en la estructuración y en las cantidades, en la proporción y en la presentación de los materiales informativos de los periódicos impresos.
No propongo aquí la despolitización de la ciudadanía, pero la necesaria conciencia política admite muchos matices. Y rechaza otros, que son -minucia, sobredosis, hiperfunción, hipertensión- los que se vienen manifestando con el doble efecto, entre paradójico e indeseable, de despolitizar por hartazgo a los ciudadanos y agravar la crisis de la prensa por no dar en el clavo de los intereses reales de sus lectores.
Algunos comentaristas políticos vieron poco menos que como un tongo el que los ciudadanos preguntaran al presidente en televisión por la remolacha. Por «remolachas» varias. ¿Y el 11-M? ¿Y los estatutos? Bueno, cada ciudadano tiene su «remolacha» y tiene preocupaciones, intereses y aficiones muy variados y prioritarios en su cotidianidad y en su perspectiva. Reflejarlos más y mejor en la prensa, sin caer -sino todo lo contrario- en el popularismo o en el amarillismo, es una tarea cultural urgente. Por el bien de la nación, los ciudadanos, la política y la prensa.