Proscovia Hornsleth Nakazibwe, Moses Hornsleth Kafumbilwango, Patrick Hornsleth Sewanyana, Chrizestom Hornsleth Ssemugenyi... Al norte de Kampala, la capital de Uganda, en el pueblo de Buteroyongo, el nombre más común entre sus habitantes es de origen escandinavo: Hornsleth. Dato sorprendente, dado que resulta evidente sólo con verlos que por sus venas no corre ni un mililitro de sangre blanca.
Los casi 500 Hornsleth de Buteroyongo no son fruto de las proezas amatorias de un fecundo colono europeo, sino resultado de una polémica iniciativa del artista danés Kristian von Hornsleth, quien -bajo el lema Te ayudaremos, pero queremos poseerte- regala un cerdo o una cabra a todo aquel que adopte como segundo nombre la versión plebeya de su apellido (el von es postizo).
La finalidad del proyecto, explica al artista, es denunciar la explotación neocolonial de Africa por el capitalismo globalizador: «El lema es una provocación, pero en el fondo se trata de libre comercio en estado puro», añade. «Los aldeanos me venden un servicio y yo les pago con animales de crianza. Sólo el libre comercio acabará con la pobreza. A largo plazo, las donaciones fruto de la mala conciencia de los países ricos no arreglan nada. Los africanos viven de las donaciones occidentales como nuevos esclavos. El proyecto es una especie de teatro de la náusea sobre cómo nos tratamos los unos a los otros en este mundo. Si crees que es de mal gusto, entonces he logrado mi objetivo», dice. En Buteroyongo están tan entusiasmados con la idea que a Van Hornsleth lo llaman Birunji, «el bueno» (o eso dice él). En Kampala, como era de esperar, al Gobierno ugandés no le ha hecho tanta gracia y su ministro de Ética e Integridad, James Nsaba Buturo, asegura que si el artista vuelve a poner los pies en Uganda será detenido ipso facto: «Este hombre no es bueno para el país. Lidera un culto satánico y no tiene ningún respeto por Dios». Según Buturo, Von Hornsleth es un racista, un pervertido y un homosexual.
El Gobierno ha intentado detener el canje de bestias y apellidos, pero la aldea no se ha dejado avasallar. Uno de los coordinadores del proyecto, David Hornsleth Kateregga, ha recordado que existe un acuerdo escrito entre el artista y el consejo de ancianos de Buteroyongo y que, además, se trata de una empresa común de la que Von Hornsleth es un miembro más y no su propietario. O sea, que a las cabras y los cerdos, ni tocarlos.
Ante las críticas, que también llegan desde diversas organizaciones humanitarias europeas, Kateregga ha publicado una carta abierta: «La intención del proyecto es denunciar que la ayuda que se da a los países pobres con una mano se les arrebata con la otra. Los habitantes de mi pueblo participan en él de pleno. No sólo para recibir un cerdo o una cabra, sino porque comparten sus objetivos. Von Hornsleth intenta abrir los ojos a los países ricos, no divertirse a costa de los pobres».
Von Hornsleth, entretanto, rechaza todas las acusaciones menos dos. No niega ser un manipulador: «El arte, sobre todo el religioso, siempre ha estado relacionado con la manipulación pública y la propaganda». Ni tampoco que busque publicidad: «Yo trabajo para aparecer en los medios». De esto último no cabe la menor duda. Von Hornsleth ha hecho de la provocación su razón de ser. Ha izado banderas danesas incendiadas; ha pintado esvásticas doradas sobre la bandera suiza; ha adornado figuras de Cristo con etiquetas que rezan «viola, mata, roba, quema»; y nunca pierde ocasión de pedir que se retiren todas las subvenciones culturales y de criticar a sus colegas artistas: «Se quejan porque no tienen disciplina, porque siempre están borrachos y porque creen que todo es culpa de la sociedad».
Su próxima provocación será regresar a Uganda para seguir repartiendo cabras, cerdos y apellidos. Porque considera que su proyecto es un triunfo indiscutible, ya que «las vidas de cientos de personas han mejorado y muchos más conocen los problemas que afronta cada día el africano medio», declaró al diario danés Information. Y, para que haya algo de reciprocidad, también se ha cambiado de nombre. Ahora se llama Kristian Birunji von Hornsleth.
LO DICHO Y HECHO
«Los africanos viven de las donaciones occidentales como nuevos esclavos»
1963: Nace en Escocia. 1994: Se gradúa en la Real Academia de Bellas Artes de Copenhague. 1995: Publica el Manifiesto Futilista, base de su filosofía artística. 2001: Crea polémica en Zurich con una exposición de temática antihelvética. 2002: Tras su muestra Jodidos mentirosos y otras obras de cerámica, The New York Times elogia su capacidad para «morder la mano que le alimenta». 2006: Inicia The Hornsleth Village Project en Uganda.