DANIEL UTRILLA. Corresponsal
MOSCU.-
¿Dónde está escrito que los ricos no tienen cabida en el cielo? Gracias a la intercesión de Moscú, el estadounidense de origen húngaro Charles Simonyi será mañana el quinto multimillonario que se perderá en lo más alto del cielo de Kazajistán en los últimos seis años (antes lo hicieron dos norteamericanos, un sudafricano y una iraní nacionalizada estadounidense).
De todos los turistas acaudalados que han pasado por la Estación Espacial Internacional (ISS) de la mano de Rusia, Charles Simonyi es probablemente el que mejor conoce la tecnología de raigambre soviética que lo catapultará mañana al cosmos desde el cosmódromo de Baikonur, en la llanura desértica de Kazajistán.
Tras someterse durante seis meses a rigurosos entrenamientos en la Ciudad de las Estrellas, a las afueras de Moscú, Simonyi despegará mañana a bordo de una nave Soyuz TMA-10 con los miembros de la XV expedición de la ISS, Fiodor Yurchikin y Oleg Kotov. Los rusos darán el relevo a su compatriota Mijail Tiurin y al astronauta norteamericano de origen español Miguel López Alegria, que ya suman seis meses en órbita. Durante los 10 días de odisea en el espacio, Simonyi llevará a cabo distintos experimentos biomédicos (uno en concreto sobre la influyencia de la radiación en el espacio) que han sido acordados con agencias espaciales de varios países, organizaciones científicas y empresas.
Simonyi nació en un satélite de Moscú, en la Hungría comunista, razón por lo cual aprendió programación informática en uno de los ordenadores primigenios de fabricación soviética, un mamotreto llamado Ural-2. «Me llevaré libros, apuntes y como amuleto un trozo de cinta de papel para los ordenadores Ural-2 en los que aprendí programación en 1964», aseguró el millonario antes de partir hacia Baikonur. «Me lo llevo para que me recuerde dónde empezó todo», reconoció.
Efectivamente, ante aquel armatoste comenzó una carrera meteórica que, tras pasar por Dinamarca e instalarse en EEUU, le llevo a Microsoft en 1981, cuando sólo trabajaban allí 40 empleados. Allí desarrollo programas como Excel o el procesador de textos Word con el que ha sido escrita esta crónica. En 2002 creó su propia compañía, Intentional Software.
Cuando Simonyi aprendía el complejo idioma de los ordenadores rusos, Moscú ya había lanzado al espacio a su primer cosmonauta, Yuri Gagarin, un hito que le caló hondo a aquel joven de 26 años. Años más tarde, en 1980, voló al espacio el primer astronauta húngaro, Bertalan Farkas. Ahora le toca el turno a Simonyi, que ha tenido que desembolsar unos 20 millones de euros a Space Adventures, la compañía que organiza los vuelos turísticos al espacio en colaboración con la agencia espacial rusa.
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