Viernes, 6 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6319.
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 CULTURA
François Pinault derrota al clan Guggenheim en aguas de Venecia
El magnate francés se adjudica un emplazamiento estratégico para colocar en un museo, diseñado por Ando, su colección de arte
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- El magnate francés Fran-çois Pinault (Gucci, Yves Saint- Laurent, Christie's, FNAC) se ha propuesto convertirse en la referencia de la vanguardia en aguas de Venecia a costa de las pretensiones del clan Guggenheim. Ya le había comprado a la familia Agnelli el Palazzo Grassi, pero el nobilísimo símbolo arquitectónico, 3.000 metros cuadrados a la orilla del Gran Canal, se antojaba insuficiente para alojar los tesoros de arte contemporáneo que jalonan su impresionante colección personal.

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La solución de semejantes ambiciones se localiza ahora en la entrada del Gran Canal. Una especie de rompeolas donde se aloja actualmente el edificio de la antigua Dogana (aduana marítima) y donde el insaciable Pinault va a erigir un museo de factura minimalista con la firma del arquitecto japonés Tadao Ando.

El proyecto implica una transformación urbanística más o menos traumática de la «serenísima», pero el millonario tiene a su favor el beneplácito de las instituciones venecianas, finalmente propicias a concederle la explotación de un espacio histórico y estratégico que pone en juego 5.000 metros cuadrados.

La iniciativa ha provocado una profunda decepción en los cuarteles de la familia Guggenheim. No sólo con el derecho moral que les otorga haber erigido un museo de arte contemporáneo en Venecia hace 55 años. También porque la propia multinacional artística tenía las pretensiones de hacerse acreedora de la Dogana amparándose en un proyecto exuberante y valiente de la iraquí Zaha Hadid.

Será en otra ocasión. Pinault promete juego limpio y se dice dispuesto a colaborar con la familia Guggenheim en proyectos comunes vinculados a la vanguardia, aunque la titularidad de la Dogana y el peso histórico del Palazzo Grassi -viejo tesoro patrimonial de la Fiat- le colocan como nuevo factótum del mapa veneciano y como ganador de una rencilla política.

En efecto, la guerra no sólo enfrentaba a dos familias, dos arquitectos y dos propuestas revolucionarias que van a modificar la imagen inmutable de Venecia. Implicaba, igualmente, una batalla institucional de consecuencias bizantinas, puesto que el padrino de Pinault, Massimo Cacciari, ocupa la Alcaldía en el ala izquierda, mientras que el garante de los Guggenheim, Giancarlo Galan, es el presidente de la región veneciana con la bandera del centro derecha.

«Sabíamos que era una batalla difícil, pero estamos orgullosos de haberla ganado», decía ayer Jean-Jacques Aillagon como director del Palazzo Grassi y como embajador veneciano de Pinault. «Nuestro proyecto era más coherente. Tanto por la solución arquitectónica como por la importancia de las obras que van a exponerse en el interior de las salas».

Mapa en mano, la Dogana se encuentra en la misma orilla del Museo Guggenheim y razonablemente cerca. Cualquier turista podría visitar los dos espacios con un pequeño paseo a pie, mientras que el Palazzo Grassi de Pinault se halla en la orilla opuesta, de modo que alcanzarlo requiere un viaje de vaporetto o un paseo generoso entre los laberintos venecianos.

Se trata de una diferencia logística que no ha distraído las opciones del multiempresario francés. Mucho menos cuando podía utilizar a su favor la evidencia de que la familia Guggenheim no respetó en 1999 el compromiso de llevar a cabo un proyecto de rehabilitación de la propia Dogana. Se lo había encomendado al arquitecto Vittorio Grigotti, pero razones económicas y estratégicas terminaron condenándolo al fondo del mar.

Y conste que Pinault no es un buen perdedor. Tampoco un buen navegante: la adquisición del Palazzo Grassi se produjo como un desplante a las autoridades francesas después de haber renunciado a ubicar su colección en la isla Seguin, un enclave de la periferia parisina sobre las aguas del Sena.

Del Sena al Gran Canal, Pinault, bretón sin sangre azul e hijo de un padre maderero, se anota una nueva victoria estratégica en su currículum. Seguramente para irritación de Bernard Arnault, contrafigura del magnate francés en el mundo del lujo, titular de varias empresas boyantes (Louis Vuitton, Christian Dior, Moët Chandon) y propietario de una colección de arte que va a encontrar su ubicación en el Bois de Boulogne, o sea, a las afueras de París.

La obra ya se conoce porque lleva la firma de Frank Ghery, autor del Guggenheim de Bilbao y aliado de Arnault en este duelo de las altas finanzas francesas donde se compaginan los proyectos multimillonarios con los asuntos amorosos. Le guste o no le guste a Pinault, el primogénito de su colega Arnault espera un hijo de Salma Hayek.

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