Viernes, 6 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6319.
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Con una mentira puede irse muy lejos, pero sin esperanza de volver (Proverbio judío)
 ESPAÑA
Puertas abiertas y candados chinos
RAUL RIVERO

El viaje a Cuba esta semana del ministro español Miguel Angel Moratinos permitió que el mundo viera a la dictadura maniobrar con la combinación de su caja de caudales y dio pábulo a que se ensanchara la carpa de su circo mediático mientras, al fondo, se escuchaban los ruidos de los cerrojos reforzados de las 200 cárceles cubanas y aparecían -solitarios y aislados (islas dentro de la isla)- los líderes de la oposición pacífica.

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Creo que fue un viaje apresurado en el que la comisión de embullo -presidida por los anfitriones- deslumbró a los viajeros con ofrecimientos y oportunidades, pero, desde luego, no hizo en las esquelas de la agenda las precisiones de la conducta ética del coro entusiasmado de hampones que se niega, hace medio siglo, a dejar que el país se democratice y encuentre los caminos de la libertad.

Los españoles fueron con unas líneas de trabajo que tienen que ver con las obligaciones naturales de un Gobierno democrático en cuanto a la estabilidad y el progreso de su empresariado.

Fueron a fijar una posición de apertura como una avanzada europea en las últimas y desvencijadas trincheras del comunismo real y, al enfrascarse en la pachanga verbal y en la procesión de abrazos, palmaditas y paseos con los aquiescentes funcionarios criollos, olvidaron que fuera de los salones estatales refrigerados y de los recintos diplomáticos, pasa la vida real. Una vida mediocre (de ocho euros al mes como salario), bajo control policial, sin prensa, sin voz ni espacios para reclamar. Y, entonces, apuntalaron los parapetos arruinados del régimen.

Van a funcionar y a desarrollarse con fluidez los tratados suscritos en materia de comercio y cooperación. Sin problemas. Ahora bien, el que tiene que ver con el monitoreo de derechos humanos lo incineró en publico el ministro Felipe Pérez. Lo pulverizó con una parrafada que los demócratas verdaderos de Cuba no olvidarán nunca y que deberá estudiarse, ya en el próximo curso, en las academias diplomáticas del mundo entero.

A mí, aquí lejos, libre en mi casa de Madrid, me hizo sentir otra vez humillado el insulto de un hombre nombrado a dedo por un dictador. Sé, porque he hablado con muchos familiares, cómo se sintieron los presos políticos (36 de ellos muy enfermos) en las celdas cochambrosas del país. Conozco las reacciones de los dirigentes de la oposición que aspiraban a una conversación decente con los viajeros para que se escuchara, de primera mano, lo que pasa realmente en aquel punto del Caribe.

La indignación llega por muchas vías, pero, en este caso, en los grupos de la incipiente sociedad civil cubana y en la organización de las Damas de Blanco (las esposas, madres, hijas y hermanas de los prisioneros) se pasó a la rabia sin contención porque el señor Pérez llamó mercenarios a todos los presos ante la prensa internacional y frente a la delegación de España, sin respetar siquiera la memoria del activista de derechos humanos Miguel Valdés Tamayo, muerto hace unos meses de una dolencia cardiaca, al poco tiempo de que lo sacaran apresuradamente de los calabozos.

Por otra parte, después de la visita, cierta prensa interesada insiste en dividir a la oposición pacifica en duros y moderados. El único duro, intolerante y necio que se mueve en la geografía cubana es el gobierno. Ellos organizan brigadas paramilitares para golpear a los opositores. Ellos dan palizas a los presos y ellos no permiten ni una sola opinión contraria a sus ideas que hoy se pone la gorrita de Lenin y mañana se disfraza con el bigote de José Martí.

Los dirigentes que no quisieron reunirse el miércoles con Javier Sandomingo en La Habana no lo hicieron porque rechacen o desprecien al diplomático español. Ni porque sus líneas de acción les prohíban el diálogo abierto, la negociación y la concordia, sino porque consideran que, como ciudadanos cubanos y demócratas, tenían el derecho a dialogar con personas del mismo rango de las que se sentaron a la mesa de los opresores, bajo los focos de todas las cámaras.

A esta atmósfera de encontronazos y retiradas contribuyen las distancias que se han establecido en los últimos tiempos entre la legación diplomática española y muchos de los grupos de la oposición, incluidos los que, por sus posiciones políticas, podrían estar más cerca del registro del Gobierno de España.

Algunos de los propósitos del viaje se cumplieron. Aunque para mí el resultado es que la oposición pacífica, las fuerzas que deberán estar en el primer plano del escenario de los cambios democráticos que se avecinan, se siente olvidada y ajena.

Escribo esta nota en libertad gracias a la solidaridad, la firmeza, la denuncia, el diálogo y las conversaciones. He defendido siempre la política de las puertas abiertas. No se puede dejar a la oposición y a los presos a solas con el enemigo. Tampoco se puede ir a darle un abrazo al enemigo y mandarle un recado de afecto a los demócratas.

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