Si hubiera querido ser astronauta, ponerse al mando de un submarino o conducir un tanque no lo habría tenido tan difícil. Pero Alexandra Hai se empeñó en ser gondolera, una de las profesiones más machistas que existen en el mundo y en la que jamás, en sus 913 años de existencia, ninguna mujer ha conseguido meter cabeza.
Pero después de una década luchando para que las autoridades venecianas le permitieran conducir una de las características embarcaciones negras que se deslizan silenciosamente por los canales de la ciudad, esta testaruda treintañera de origen alemán ha conseguido propinar un puñetazo en el estómago a sus altivos colegas varones. A pesar de que no ha conseguido meterse en el bolsillo la licencia oficial de gondolera (eso sería mucho pedir), un tribunal administrativo acaba de sentenciar que tiene derecho a remar por las aguas de la laguna. Y entrará en los anales de la Historia de la Serenissima como la primera mujer autorizada a ello.
Es verdad que se trata de una victoria con sabor amargo. Lo que en realidad querría Hai es ingresar en el selectísimo club integrado por 425 gondoleros y 150 sustitutos (todos ellos varones), con licencia para conducir las 700 embarcaciones de este tipo que se cuentan en Venecia. Tres veces se ha presentado en los últimos 10 años a los exámenes para lograr dicho carné y las tres veces la han tumbado, quedándose siempre con la sospecha de que había sido suspendida por motivos sexistas y xenófobos. «Los venecianos no están dispuestos a permitir que una mujer, y encima extranjera, se convierta en gondolera», se quejaba en octubre de 2004, después de fracasar en su tercer intento por superar el examen práctico (el teórico hace ya tiempo que lo aprobó).
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Tras aquella nueva decepción, a punto estuvo de tirar la toalla. Pero se le ocurrió una idea: tal vez podía convertirse en gondolera privada, una figura ampliamente recogida en la tradición histórica veneciana y que a su entender le permitía ponerse al frente de una de esas negras embarcaciones a pesar de no contar con la pertinente licencia. Así que comenzó a trabajar para tres modestos hoteles de una estrella que, dentro del paquete que ofrecen a sus clientes, incluyen el transporte en góndola.
Hai pensaba que esta vez la dejarían en paz, ya que lo que hacía no entraba en colisión con el trabajo de los gondoleros públicos, quienes se dedican sobre todo a dar románticos paseos a los turistas al precio aproximado de 90 euros por una vuelta de 30 minutos. Se equivocó: en octubre, el Ayuntamiento emitió una ordenanza que prohibía «cualquier uso de la góndola para fines comerciales y/o empresariales, aunque sea para uso por cuenta propia». Una normativa aprobada pensando específicamente en ella, la única persona afectada por ese edicto, y que ha permitido a las autoridades municipales multarla en varias ocasiones por conducir una góndola sin licencia.
Sin embargo, ni aún así lograron que se diera por vencida. El Hotel Art Decò, uno de los tres establecimientos para los que trabaja como remera, recurrió la sentencia. Y hace unos días el Tribunal Administrativo Regional del Véneto falló a su favor. «No se entiende por qué en una ciudad como Venecia no se puede ofrecer a los clientes de un hotel un servicio de transporte en góndola», sentenciaba.
«Estoy feliz»
«Amo Venecia y haciendo lo que hago aspiro a mantener la tradición», aseguraba exultante Hai tras convertirse oficialmente en la primera mujer con derecho a llevar pasajeros en góndola por los canales de la ciudad. «No me he embarcado en esto por dinero, sino por el bien de la ciudad. Trabajo para tres modestos hoteles que han puesto en marcha la actividad a la que me dedico no pensando en ganar dinero, sino para reparar la injusticia de la que he sido objeto. Ahora hemos ganado y esto me da confianza en la Justicia. No se trata de una revancha, sino del reconocimiento de lo que es justo. Estoy feliz», añadía. «Yo he nacido para ser gondolera, ése es mi destino. Desde el mismo momento en que por primera vez vi una góndola decidí que quería convertirme en gondolera», subraya.
Por supuesto, la sentencia ha levantado ampollas. «Ni ella ni nadie que no haya superado el pertinente examen y cuente con una licencia puede llevar una góndola», declara airado Roberto Luppi, presidente de la Asociación de Gondoleros. Y el teniente de alcalde de Venecia, Michele Vianello, ya ha anunciado que recurrirá la sentencia.
LO DICHO Y HECHO
«Los venecianos no están dispuestos a permitir que una extranjera conduzca una góndola»
1971: Nace en Alemania. 1996: Se traslada a vivir a Venecia y decide que quiere ser gondolera. 1997: Se presenta a las pruebas. Aprueba el examen teórico, pero suspende el práctico, en el que una comisión debe juzgar su pericia para navegar por los canales. 2004: Suspende por tercera vez el examen práctico. 2007: El Tribunal Administrativo Regional del Véneto sentencia que tiene derecho a trabajar como gondolera privada.