DANI CORDERO / HÉCTOR MARIN
EL PRAT.-
El aeropuerto de El Prat no sólo mueve hormigón. El debate sobre su futuro ha irradiado nuevas controversias en torno a la nueva terminal de El Prat que están todavía pendientes de resolver. La básica es si puede convertirse en un hub -centro internacional de conexiones aéreas- para el sur de Europa; la complementaria, cómo. La responsabilidad de la primera polémica, tras un debate que ha ido de más a menos, parece haber caído básicamente en el lado de las aerolíneas que se adjudiquen espacios en las nuevas instalaciones. Y la segunda, ha quedado situada en el ámbito de lo político con un matiz de presión de la elite empresarial catalana, con la reivindicación para que el de Barcelona sea un aeropuerto con gestión autónoma.
La mezcla del cóctel es indecantable. Todas las compañías, pese a las dudas iniciales, han apostado finalmente por la nueva terminal, que asegura el crecimiento de El Prat durante los próximos 20 años y es la fórmula más barata para la operativa de los aviones, al estar entre medio de las dos pistas principales.
Pero se trata, básicamente, de una pugna entre Iberia -y su alianza OneWorld) y Spanair -y sus socios de Star Alliance-. La segunda apuesta por crear un centro de conexiones en Barcelona, pero sus aliados más importantes han subrayado su interés en fortalecer El Prat con el objetivo de manchar de pasajeros sus hubs, básicamente Fráncfort. E Iberia ya ha dejado claro que el mercado demuestra que no hay demanda para convertir a Barcelona en lo que la clase política catalana demandaba con fervor hace sólo unos meses, mientras mantiene su estrategia de ir retirando paulatinamente de las pistas barcelonesas los aviones con su logo para sustituirlos por los de su participada de bajo coste Clickair. En ese debate, y sin hacer ruido, se encuentran compañías como Air Europa, Vueling y EasyJet, también deseosas de encontrar un hueco en lo que será una moderna y funcional terminal.
La adjudicación de espacios no será fácil y tendrá como consecuencia una lectura política con agraciados y agraviados. Para empezar, Aena ha tenido que retrasar la decisión después de que la Generalitat pidiera tener voz en ésta y reclamara que las compañías se comprometiesen con el segundo aeropuerto español con un programa detallado de inversiones y nuevas operaciones para un plazo futuro de cinco años. El viernes concluían los plazos para presentar la documentación, pero Aena ha decidido prolongarlos ante el trabajo extra que ha provocado a las aerolíneas.
Una vez concluyan las adjudicaciones, en setiembre próximo, renacerá con fuerza el otro debate. La Generalitat potenciará su discurso para que Madrid deje a la Administración catalana estar presente, junto a la iniciativa privada, en la gestión del aeropuerto.Las negociaciones no son nuevas. Estuvieron presentes cuando el Estatut pendía de sus últimos días de negociación y ahora habrá que ver qué nuevas condiciones azuzan el debate.
La élite empresarial catalana, sin pretenderlo, puede haberle echado una mano al Govern con su demanda de un aeropuerto con una gestión eficiente basada en la independencia y no en la supeditación a Aena y a lo que creen que es Barajas. Pero es incierto el poder del empresariado catalán en Madrid.
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