DAVID BRUNAT
Muchos barcelonistas habían sacado de los cajones el pañuelo de las lamentaciones, ese pedazo de tela sobre el que tantas lágrimas se han vertido por Romário, por Ronaldo, por Figo...y ahora iban a caer a chorro por Ronaldinho. Parecía que el Milan iba a arrebatar a la parroquia azulgrana a la niña de sus ojos, el motivo de su orgullo. El Camp Nou se preparaba para quedarse sin las monerías y gracias del mejor futbolista del mundo. Una vez más. Hasta que Joan Laporta, erigido en un Leónidas de traje y corbata, ahora que está de moda la epopeya de Heródoto gracias a la película 300, sembró la calma. Ronaldinho se queda. Sólo falta aclarar a qué precio.
El brasileño había asustado por la ambigüedad sobre su futuro.En Milán se le daba por fichado y sus evasivas al tema causaban pavor entre la afición. Hasta que en el cónclave celebrado en las entrañas del Camp Nou entre la directiva y el representante y hermano del fútbolista, Roberto de Assís, salió fumata blanca.Eso sucedió el fin de semana pasado, y Ronaldinho, casualidad o no, deslumbró contra el Deportivo.
La pérdida de Ronaldinho es una pesadilla recurrente desde que el brasileño se convirtiera en el jugador más espectacular y magnético del fútbol actual. Ronaldinho es más que un delantero, es un símbolo del club e incluso la ciudad, una especie de Copito de Nieve capaz de atraer, con su sola presencia, a miles de turistas.
La diferencia es que Ronaldinho gusta cada vez menos de exhibirse.Esta semana ha desatado la polémica después de no aparecer a un entrenamiento con 6.000 aficionados esperándole, para dejarse caer por la tarde en Lloret en un acto publicitario. El Ronaldinho cercano y afable se hermetiza a causa de la publicidad. No en vano, según la revista Forbes, es el futbolista que más ingresos obtuvo en 2006: 23,5 millones de euros, de los que sólo 8,5 salieron de las arcas del club.
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