En 1987, Javier, un chico de dieciséis años, salía de su instituto de Almería cuando se tropezó con una agenda tirada en el suelo. Era de pasta negra y en su interior tenía anotaciones en inglés. Le llamó la atención el hecho de que fuera de una americana (hacía referencia a San Francisco y estaba claro que pertenecía a una chica), algo que no dejaba de ser extraño en la Almería de entonces, alejada ya de los focos de las pelis del oeste. La guardó y años después la recuperaría para descubrir una gran historia.
A mediados de los noventa, con Internet en pleno auge, Javier rescató aquella libreta de notas personales. Y encontró el nombre de Courtney Love repartido por las ajadas hojas del cuaderno. No podía ser la misma, la actriz y cantante que contrajo matrimonio en 1992 con Kurt Cobain, el líder de Nirvana, uno de los grupos más revolucionarios del siglo XX. ¡Demasiada casualidad! Sería una extranjera más, pensó. Pero siguió leyendo y, con la ayuda de la Red, halló más pistas que confirmaban el paso de la controvertida artista por la ciudad andaluza.
«No puedo esperar a ser famosa», reza una de las frases del diario. La ansiedad por descubrir los azarosos caminos hacia el estrellato, hallado más tarde de la mano del hombre que dio una vuelta de tuerca a la música mundial, se acompañaba de datos que conducían a la clave: Love estuvo rodando una película en Almería en el año 87. Alex Cox, Joe Strummer (The Clash), Eric Fellner (productor de películas como Notting Hill y El Diario de Bridget Jones) o el grupo The Pogues, todos partícipes de la obra cinematográfica, eran nombrados junto a poemas, ideas y teléfonos de otros compañeros que con el tiempo alcanzarían cierta popularidad. Straight to hell era la película, un film de bajo presupuesto, dirigido por Alex Cox.
En la agenda, la veinteañera Love expresa su deseo de adquirir tres gatos para llamarlos Gretchen, Nancy y Velma (el nombre de su personaje en Straight to hell). No cabía duda de que el cuaderno era suyo.
La escritora Lucía Etxebarría, una de las biógrafas de la californiana, la calificó una vez como una «mujer huevo», es decir, «dura por fuera y frágil por dentro». Esa fragilidad aparece de algún modo reflejada en la agenda perdida por Love en Almería. Por entonces, su vida ya le había deparado momentos difíciles como la traumática separación de sus padres. Probó las drogas antes de entrar en la escuela primaria y vivió en comunas hippies, un cóctel que explica el lenguaje descarado, urbano y ágil exhibido por la viuda más famosa de América. Las palabras malsonantes -joder, zorra, polla- van tachonando las hojas de la agenda de aquella chica rubia y regordeta -luego mejoró, previo paso por el quirófano, su figura- que probablemente ya devoraba los libros de Charles Bukowski o John Fante.
La transgresión de su estilo literario emerge en versos como: «Knive [en las comunas debió faltar a clase: cuchillo es knife], knive, knive, knives [ahora sí] into me, you Ruby warm hands, you pull me into this silent blizzard, ashes blow like knives into me». Su traducción sería: «Cuchillos dentro de mí, tú, Ruby [este es un nombre de mujer; Love siempre ha confesado, sin embargo, su entusiasmo por los hombres] manos calientes, me empujas hacia esta silenciosa ventisca, las cenizas soplan como cuchillos dentro de mí)».
HUMILLADA.
Courtney Love se muestra como una persona insegura y débil. En otra página escribe: «Por qué anoche fue horrible: salí con una mujer muy hermosa que me hizo odiar a todos los hombres (...), TC (en otras partes de la agenda aparece un tal Ted Cousens) me desdeñó (...), el chico de NaNa5 (?) era mono, pero me odia y me humilló todo el tiempo, burlándose de mí».
La cantante de Hole, en el borrador de una carta al tal TC, también apunta citas famosas, como esta de Groucho Marx: «Nunca pertenecería a un club que me aceptara a mí como socio», una frase que, de alguna forma, ya revela su carácter complejo, turbulento, introvertido, extraño.
Casualidades de la vida -una más-, Javier es hoy notario en la comarca almeriense en donde Alex Cox rodó la película que dio origen a esta historia. Cox vuelve con frecuencia a Tabernas, escenario de este y tantos largometrajes, y allí, en el centro del famoso desierto, le conocen como «el Alex». Javier confía en conocerle pronto. Nadie le ha reclamado unos diarios que, conociendo la pasión desmedida de algunos fans por acumular retazos del alama de sus ídolos, pagarían por ellos.