Domingo, 8 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6321.
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 CULTURA
Glenn Gould: épica del genio que perdura
Dos libros recuperan la memoria del que fuera uno de los pianistas más carismáticos del siglo XX, el insuperable intérprete de las 'Variaciones Goldberg' de Bach
PABLO SANZ

MADRID.- Los enigmas nunca pierden actualidad, porque no hay nada que provoque más atracción que lo desconocido. Este año se cumple el 25º aniversario del fallecimiento del que fuera uno de los pianistas más carismáticos de la música clásica del siglo XX, Glenn Gould (Toronto, 1932-1982) y su personalidad recóndita y poliédrica todavía sigue siendo objeto de atención y análisis.

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Ahora dos libros recuperan la memoria del irreverente pianista. Uno tiene formato de ensayo: Conversaciones con Glenn Gould (editado por Global Rhythm). El otro tiene hechura biográfica: Vida y arte de Glenn Gould (Ediciones Turner). En ambos casos, y a pesar del rigor literario y documental, las publicaciones no hacen sino resaltar las incógnitas que, aún hoy, siguen rodeando la figura de este creador singular.

El canadiense fue un músico erudito, un intérprete excesivo y un hombre excéntrico que transitó por la vida con las luces y sombras que acompañan a los seres excepcionales. Y también un hablador exuberante... Las Conversaciones que ahora se publican vienen avaladas por uno de los profesionales más reputados del periodismo norteamericano, Jonathan Cott, autor de 16 libros, colaborador de Rolling Stone o The New York Times y merecedor, según el Washington Post, del título de«entrevistador ideal».

Hablar por teléfono

Con ese bagaje, Cott entrevistó en dos conversaciones telefónicas al pianista en 1974. Treinta y tantos años después recuperó esas charlas y las compiló junto a una selección fotográfica, una filmografía, un listado del repertorio grabado y una relación de los programas de radio y televisión que el artista realizó.

El libro -traducido ejemplarmente por Ferran Esteve- recoge las opiniones y preocupaciones de Glenn Gould en aquel momento, lo que conlleva una gran cantidad de tecnicismos cuya lectura será agradecida por el aficionado clásico más competente.

En este sentido, el lector puede entender la preferencia de Gould por los pianos de mecanismos duros; su original predilección por compositores como William Byrd, Hindemith, Schönberg o su admirado Bach; su rechazo a las sonatas para piano de Mozart o a grupos musicales en boga como The Beatles. Respecto a estos últimos, comentó: «Mi horror se debía a dos grandes factores: uno es puramente de índole musical, pero el otro se refiere a toda la cuestión de la producción que The Beatles alentaron por aquel entonces. Después de poner todo mi empeño en ahorrarme su música en los 60, y me costó lograrlo, he conseguido no saberme ninguna de sus letras».

No obstante, el denso relato también nos acerca otros aspectos vitales que ayudan a entender la personalidad enigmática y errática del pianista, como la invención de personajes ficticios en los que luego se metamorfoseaba. Por ejemplo, ese pianista hippie bautizado con el nombre de Theodore Slotz; o aquellos críticos mordaces llamados Sir Humphrey Price-Davies, el profesor Karlheinz Heinkel, S.F. Lemming o Zoltan Mostanyi.

Sucesos polémicos

Conversaciones con Glenn Gould también da cuenta de sucesos polémicos como el que protagonizó en 1947 junto a George Szell, zanjado lacónicamente con el comentario final del reputado director de orquesta: «Este chalado es un genio». O de actuaciones surrealistas como la que protagonizó en 1958 en Tel Aviv, donde, ante las adversidades de un «piano podrido», el intérprete hubo de ensayar el repertorio frente a unas dunas del desierto, imaginándose sentado ante el instrumento de su salón de casa

Jonathan Cott tampoco deja escapar la oportunidad para preguntar a Glenn Gould sobre su retirada de los escenarios en 1964, cuando contaba con 32 años y su carrera profesional estaba en pleno apogeo (el pianista jamás volvió a actuar delante del público, a pesar de las astronómicas ofertas económicas que le propusieron), su relación con las nuevas tecnologías, su opinión acerca de los «ruidos naturales» durante los recitales (el genio acostumbraba a canturrear durante sus interpretaciones) o su famosa y extrañísima manera de sentarse frente al piano, usando una silla de madera paticorta que situaba su trasero a ras de suelo y su cabeza a la altura del teclado.

La búsqueda de la ejecución perfecta, sobre la que se asienta esa distancia que mantenía con el público o esa apuesta final por las excelencias interpretativas que garantizan los estudios de grabación frente a los escenarios, contrasta con esa extravagante forma de vida que le situaba más cerca de un ermitaño que de un genio.

Tenía una personalidad hipocondríaca y aparentemente asexuada, usaba guantes, chaleco, jersey, abrigo y bufanda, independientemente de la época, y pasó sus últimos años encerrado en un hotel de las afueras de Toronto. De todo ello y mucho más habla el panorámico libro Vida y arte de Glenn Gould, rubricado por otro de los grandes especialistas en la obra y figura del pianista, Kevin Bazzana, editor de la revista semestral que edita la Fundación Glenn Gould, en la cual también trabaja.


'El malogrado' de los dioses

La excesiva e irreverente capacidad creadora y el comportamiento excéntrico y enigmático de Glenn Gould han originado numerosos documentales como 'Las variaciones Gould' (1992), del director catalán Manuel Huerga; películas como 'Treinta y dos películas cortas sobre Glenn Gould' (1993), de François Girard y Don McKellar; biografías como la que Kevin Bazzana publicó en 1997, 'Glenn Gould: The performer in the work'; o novelas como la que el gran Thomas Bernhard firmó en 1983, 'El malogrado'.

A este vasto material se suma la actividad de la Fundación Glenn Gould que, desde su creación en 1983, promueve distintos proyectos culturales, así como unos acreditados premios internacionales dotados con 50.000 dólares. A pesar de todo, el genio y la extraña humanidad de Glenn Gould siguen siendo un misterio en marcha.

Nacido en el seno de una familia musical, Gould revolucionó el lenguaje pianístico de la música clásica cuando con 15 años interpretó en público el 'Concierto para piano número 4' de Beethoven. La crítica ya no duda en señalarlo como un artista «tocado por los dioses» y el más grande desde Busoni.

Pero hubo un tiempo en el que sus rarezas chocaron con la rigidez que suele presidir la escena clásica. Su obra refleja la inmensidad expresiva de un intérprete que grabó más de 60 discos sin repetir temario, a excepción de sus famosas idas y vueltas sobre las 'Variaciones Goldberg' de Bach, cuya última versión grabó en 1981, poco antes de sufrir una mortal embolia cerebral. Exámenes científicos recientes le diagnosticaron el síndrome de Asperger, una variante del autismo.

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