JAVIER VILLAN
'El Buscón'
Autor: Francisco de Quevedo./ Adaptación, dramatización y dirección: Francisco Negro./ Intérpretes: Francisco Negro y Mayte Bona./ Escenario: Muñoz Seca.
Calificación:**
MADRID.- Don Francisco de Quevedo sigue siendo ocasión de solaz y esparcimiento; y de ejemplo. Estos tiempos son tales que bien podría el Buscón ser modelo de honradez. Explicaba el padre de Don Pablos las razones de las desventuras a que le habían llevado jueces y alguaciles: «Quien no hurta no vive; y no querrían que adonde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros».
Don Pablos era hijo de barbero ladrón y hechicera emplumada y pregonada en coplas. Milagro es que en plena Semana Santa el Muñoz Seca casi se llenara con risas de desocupados cristianos gracias a los trinos y jeribeques desaforados de Francisco Negro y Mayte Bona. Quevedo es, sobre todo, un genial exhibicionista del lenguaje ni siquiera alcanzado siglos más tarde por la genialidad de Valle-Inclán.
Imposible llevar a un escenario la complejidad verbal, pícara, escatológica y sicalíptica de El Buscón. Mas algo queda y bastaría la descripción del licenciado Cabra y la narración de sus industrias de avariento para rendirse al genio quevedesco. La visión que ofrece Francisco Negro es paródica y excesiva, incluso aceptada la hipótesis de que El Buscón es una parodia de la novela picaresca.
Recursos de cómicos viejos, latiguillos, morcillas muy sazonadas y otros artificios no contribuyen a revelar al Quevedo genuino, aunque el público no cese de reír. En lo que estoy absolutamente de acuerdo con Negro -que introduce textos de Lope, Cervantes, Agustín de Rojas y Calderón- es en que la poesía amorosa de Quevedo es superior a la de Lope. Juzguen ustedes por el final de un célebre soneto (aviso para Negro y correctores, Quevedo escribió medulas, sin acento, y no médulas): «Medulas que han gloriosamente ardido/ su cuerpo dejarán no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrán sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado».
|