La reciente crisis diplomática entre Teherán y Londres podría haber tenido un desenlace trágico y de consecuencias impredecibles de no haber rechazado el Reino Unido el ofrecimiento estadounidense para hacer «incursiones aéreas agresivas» sobre el territorio iraní con el fin de «ayudar a liberar» a los 15 marinos británicos que finalmente aterrizaron en su país el miércoles.
Esta sugerencia del Pentágono, que incluso podría haber motivado una guerra entre Irán y la coalición anglo-estadounidense, fue desvelada ayer por el periódico The Guardian, aunque en los días previos a la liberación de los militares ya había circulado en forma de rumor por los medios de comunicación británicos más importantes.
Fuentes no identificadas por el prestigioso matutino confirmaron que, en efecto, Washington había puesto a disposición de Londres una serie de «opciones militares» para aumentar la presión sobre Teherán.
De acuerdo al mencionado periódico, entre las alternativas propuestas por EEUU aparecía la de efectuar vuelos rasantes sobre posiciones estratégicas de la Guardia Republicana Iraní, con el objetivo de persuadir al Gobierno de ese país sobre la «seriedad» de la situación. Esta operación no hubiese resultado difícil de realizar por Washington, que en enero incrementó en número su presencia militar cerca del territorio de la República Islámica para, presuntamente, disuadir al presidente Mahmud Ahmadineyad de sus intentos por proseguir con su plan nuclear.
No obstante, el Reino Unido no dudó en rechazar la oferta de su llamado aliado militar automático por considerarla peligrosa para la delicada situación en Oriente Próximo, donde, según expertos militares de ambos países, se estaría desarrollando una «guerra de demostración de poder» entre las fuerzas anglo-estadounidenses y las iraníes, con un futuro nada fácil de prever.
Pero Londres no sólo rechazó la propuesta de Washington. Poco después de conocerse la noticia sobre la captura de los marinos, el Gobierno de Tony Blair incluso solicitó a Bush que disminuyera la presión de su retórica sobre Irán con el propósito de desincentivar una posible escalada de violencia que habría podido terminar con la ejecución de los prisioneros británicos.
De hecho, éste no parece haber sido un temor infundado. Tras regresar a suelo británico después de haber permanecido 13 días prisionero en Teherán junto a sus 14 compañeros de armas, el militar Joe Tindell reconoció que, durante su detención, algunos de ellos temieron por sus vidas. «Después de que fuimos esposados y de que nos vendaron los ojos, uno de nosotros dijo: 'tíos, creo que vamos a ser ejecutados'», contó en rueda de prensa el joven marino, de 21 años, como parte de un relato que buscó desacreditar las imágenes transmitidas por la televisión iraní a todo el mundo, en las que se veía a los militares británicos recibiendo regalos y hasta el saludo del propio Ahmadineyad en persona.
«Todo lo que se vio fue una operación de propaganda llevada a cabo por Teherán», señaló al respecto el teniente Felix Carman, quien días antes, mientras permanecía en condición de preso, apareció pidiendo disculpas ante las cámaras de televisión locales por haber cruzado ilegalmente la zona marítima iraní. No obstante, el militar, ya en Inglaterra, afirmó que aquella confesión fue realizada «bajo presión» de quienes le habían detenido y que en ningún momento dudó de haber navegado junto a sus compañeros exclusivamente en aguas iraquíes.
Este intento de dar marcha atrás con respecto a la supuesta admisión del error británico generó, como era de esperar, repercusiones negativas en Teherán. En declaraciones difundidas ayer, el Gobierno de la República Islámica calificó de «propaganda teatral» la conferencia de prensa de los marinos en el Reino Unido.
Mientras, el embajador iraní ante el Reino Unido, Rasul Movahedian, pidió ayer a Londres un «gesto de buena voluntad» en respuesta a la liberación de los 15 militares. «Nosotros desempeñamos nuestro papel y mostramos nuestra buena voluntad. Ahora corresponde al Gobierno británico proceder de una forma positiva», afirma el diplomático en una entrevista publicada ayer por el periódico Financial Times.