Lunes, 9 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6322.
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MAÑANA, LOS DOS DVD DE 'NORMA' POR 7,50
Encarnación melódica en la antigua Galia
TOMAS MARCO

Si un restaurador siciliano quiere resaltar la excepcionalidad de uno de sus platos, pueden estar seguros que será anunciado «a la Norma». Hasta tal punto se tiene en la isla a esa ópera como el no va más del bel canto y a su autor, Vincenzo Bellini, como un héroe nacional. Bellini era de Catania y sólo vivió 34 años, dejando una docena de óperas, de las que al menos tres (Sonámbula, Puritanos y Norma) siguen en lo más alto del repertorio. La preferida de los públicos, y desde luego de los sicilianos, es Norma, que se estrenó en La Scala de Milán en 1831 y pasa por ser la más pura expresión del canto italiano con un papel estelar dificilísimo en el que destaca una de las arias más célebres de la Historia: Casta Diva, que constituyó una de las grandes especialidades de Maria Callas.

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Norma lleva un libreto de Felice Romani que la sitúa nada menos que en la Galia, poco después de la ocupación romana de Julio César. Norma es una sacerdotisa druida que mantiene un amor secreto, pese a tener dos hijos, con el gobernador romano Pollione y que por tanto se esfuerza en desalentar la latente rebelión antirromana.

Pero Pollione se enamorará de otra druida, que se llama Adalgisa, y Norma, despechada hasta el punto de querer matar a sus hijos, aunque luego se arrepienta y no lo haga, desata una revuelta tras la que habrá de inmolar a Pollione.

Norma acabará por revelarlo todo y, de nuevo unida al romano, será sacrificada con él. Como puede verse, se trata de un argumento de problemas amorosos similar al de muchos dramas románticos que podría situarse en cualquier localización, pero que con este ambiente galo cobra un aura exótica. Por otro lado, su importancia radica en una música melódica de gran perfección. No olvidemos que nos hallamos en los años cruciales de Rossini, Donizetti y el propio Bellini, la época de un bel canto que sería luego quebrado por las exigencias del naturalismo dramático de Verdi.

La versión que ofrece EL MUNDO es muy reciente, ya que se grabó en 2001 en uno de los más bonitos teatros históricos italianos, el Regio de Parma, que data de 1829. La puesta en escena está firmada por Roberto Andò, también siciliano, aunque en este caso nacido en Palermo. Se trata de un director de escena bien conocido en el terreno del teatro y de la ópera, y que ha dirigido varias películas bien difundidas, interviniendo también en la parte rodada en Sicilia de El Padrino III. Aquí ha realizado una puesta en escena muy meticulosa con los detalles de ambiente y de época -en la que destacan los exteriores, como el bosque sagrado de los druidas- y el vestuario. El diseño de luces, que tiene interés por la proliferación de escenas nocturnas, lo firma Guido Levi.

Musicalmente, la versión está dirigida por un maestro famoso y aclamado, aunque se le suele asociar a otros menesteres: Fabio Biondi, universalmente célebre por sus ejecuciones de música preclásica con instrumentos originales y con su orquesta llamada La Europa Galante.

Ésa es precisamente la que usa aquí y también se decanta por instrumentos de época, como flautas traveseras de madera o metales sin pistones e incluso un fortepiano.

No obstante, no hay nada de arqueológico en una ópera que sirve con un nervio y una intensidad poco comunes y en la que colabora además el Coro del Festival Verdi.

Si acaso, hay una cierta frescura tímbrica en algunos pasajes instrumentales, aunque al espectador medio no le perturbará una sonoridad que no es exactamente la habitual pero en cambio sí muy plausible.

El exigente reparto vocal está servido por un elenco muy acertadamente escogido. Para el papel principal, que exhibe antecedentes históricos tan célebres como Rosa Ponselle, Maria Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé, se ha contado con June Anderson, una soprano coloratura americana internacionalmente reconocida que ya a los 17 años había debutado en el Metropolitan neoyorquino. Ha triunfado en los mejores teatros del mundo en un repertorio que abarca a los belcantistas, como Bellini, Donizetti y Rossini, pero que llega también hasta Richard Strauss.

El tenor que encarna a Pollione es el coreano Shin Young Hoon, una voz surgida de los concursos europeos de canto (como el Gayarre) y que está realizando una interesante carrera en los teatros italianos. Particularmente significativa es la presencia de la mezzosoprano triestina Daniella Barcellona, que asume el papel de Adalgisa. La Barcellona fue catapultada al estrellato con su papel del Tancredi de Rossini en el Festival de Pésaro de 1999. El reparto se completa con el barítono bajo ruso Ildar Abdrazakov que encarna a Oroveso, el cabecilla druida de la rebelión antirromana.

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