JAIME RODRIGUEZ
A mediados de 2006, Ron Dennis entró en su despacho diseñado por Norman Foster, en Woking, para recapacitar sobre el futuro de McLaren. Mirando al lago artificial y a los patos asiáticos que él mismo eligió, cerró la carpeta de 2006, aunque todavía faltaban muchas carreras para finalizar el curso. No se entendía con Kimi Raikkonen, que ya miraba pisos en Milán con un acuerdo con Ferrari afilado por sus abogados. Y no quería volver a discutir con Juan Pablo Montoya, al que terminó apartando del equipo en julio. Los motores Mercedes explotaban y los podios se veían de lejos. Las victorias, imposibles.
![Publicidad](http://cache.elmundo.es/banners/T/tiraav.gif) |
|
Sus órdenes fueron claras al departamento de ingeniería de McLaren. Pidió a Neil Oatley, su director de diseño y desarrollo, que todos los esfuerzos debían centrarse en el coche del próximo año, el monoplaza que sería de Fernando Alonso y Lewis Hamilton, la nueva era de la escudería plateada. A finales de mayo ya tenía sobre la mesa un boceto avanzado del MP4-22. No le importaba dejar de arañar segundos baldíos en 2006 y terminar sin una victoria, sólo miraba al futuro. En verano invitó con sigilo al campeón español a las instalaciones de Paragon para convencerle de que la decisión de cambiar de colores era la acertada. No quería que Alonso perdiera los nervios observando los malos resultados de la que sería su nueva empresa.
Ayer, Dennis se sentía el tipo más orgulloso del paddock de Sepang. Su piloto líder había ganado y su joven apuesta, Lewis Hamilton, sonreía desde la segunda posición del podio. Cruzó datos en vivo con la sede de Woking, incluso se asomó al muro para comprobar que las indicaciones a Fernando se transmitían de manera precisa. Nervios antes del alivio. Después, volvió a subir a por el premio que entregan a los jefes de equipo que se llevan la victoria. Un ritual que no cumplía desde el 9 de octubre de 2005, cuando Kimi Raikkonen ganó la última carrera de McLaren hasta ayer en Malasia. En la anterior prueba, en Brasil, se produjo el último doblete (1º y 2º). Aquel día, cuando Alonso celebraba su primer Mundial tras terminar tercero, Dennis le susurró al oído la primera invitación para fichar por su escudería. Se fijó en cómo analizaba el español los dos monoplazas que habían terminado por delante de él. No dudó: «¿Te gustaría correr con nosotros?». Dos semanas después, el trato estaba firmado.
En el caso de Lewis Hamilton resultó al revés. Fue el inglés quien, con sólo 10 años, pidió una oportunidad futura a Dennis durante una gala. El pequeño campeón de karts guardó con mimo la tarjeta que le dio la máxima autoridad de McLaren. Ayer, en Sepang, abrazaba a su chico: «Estoy maravillado por todos en el equipo, que han trabajado duro para conseguir este resultado. Hay un nuevo espíritu. Fernando nos trae toda la riqueza de la experiencia y la capacidad de competición, mientras que Lewis demuestra por qué se le depositó el entusiasmo de todos los que hemos trabajado con él estos años».
Hamilton sufrió la dureza de Sepang, sus agresivas temperaturas y la presión de Kimi Raikkonen, que le persiguió con afán hasta la última recta. «Ha sido la carrera más dura de mi vida porque dentro del monoplaza hacía mucho calor. Ahora tengo experiencia de correr bajo esas condiciones y estaré mejor preparado para el año que viene», dijo ambicioso.
|