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Es un delito y una cobardía ceder el paso a los indignos (Epícteto) |
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A LA CONTRA / BARRA BRAVA |
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A la manera de Capello |
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DAVID GISTAU
El famoso golito -o, como ayer, golitos- con el que el Madrí se ha convertido en un superviviente de sí mismo durante toda la temporada, le ha ubicado a dos puntos del líder a pesar de un juego que debería prohibir la Convención de Ginebra porque constituye tortura al espectador. Capello encuentra su coartada y su desquite, y hasta Emerson se atreve a imprimir otra vez las huellas del Yeti en el césped de Chamartín sin temor a que le abronque una hinchada que no comprende cómo el equipo sigue vivo, que no sabe si silbar o cantar, y a la que sólo un hambre de tres años la obliga a ilusionarse sin animarse a festejar porque percibe que, a diferencia de Frank Sinatra, el Madrí hace tiempo que no existe «a su manera». Juega horrible y, sin embargo, todo se justifica desde el palco porque se ha entrado en el tramo final del campeonato con posibilidades: se existe, por tanto, a la manera de Capello, en el estilo para el cual se le contrató con un puñado de veteranos llamados a una misión de rescate. Pero, cuando el fútbol se convierte en esto, lo que no hay es motivos para ir a la cancha a pagar por aburrirse: basta con mirar el resultado en el teletexto.
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Fue una lástima para el Barsa que no jugara Eto'o. No ya porque le necesitó una delantera en la que Messi estuvo tan solo y náufrago que de llegarle una pelota le habría pintado una cara y llamado Wilson. Sino, sobre todo, porque la muchachada de La Romareda habría vuelto a ofenderle con un discurso sobre la teoría de la evolución que le identifica como eslabón perdido. Y entonces el Barsa, contagiado por la pasión airada de su crack, habría podido sustituir con bronca la insólita falta de motivación con que atravesó un partido que examinaba sus ganas de salir campeón. Parece que no le sobran. Ronaldinho, tal vez porque tenga su renovación resuelta, volvió a comportarse como si su único propósito cuando pisa la hierba fuera evitar que un balonazo le arruine el cardado de anunciar natillas. El Zaragoza tiene peloteros empeñados en meterse dentro del arco tirando paredes. Sólo eso evitó un resultado aún más dañino para el Barsa y la imagen que proyecta en una tarde de la que se ausentó cuando se le reclamaba declararse, por fin, jefe del campeonato. Dio esperanza a todos aquellos que no hace mucho se sentían desahuciados.
Lo quiere todo: la Liga, la UEFA y la Copa. El Sevilla recuerda a uno de esos músicos del Metro que, en vez de hacerse virtuosos de un solo instrumento, tocan a la vez una guitarra, una armónica y, ya con los pies, unos platillos. De lo ocurrido ayer en Nervión puede concluirse que el equipo está tan exigido que no sabe adónde desplazar unas tropas que no alcanzan para atender todos los frentes abiertos. Así, va gripándose solo, por fatiga, tantas son las playas en las que clavar la bandera. Pero también puede hablarse de este Racing de Santander que comenzó como tapado, instalado en la tierra de nadie que es su hábitat natural. Pero que ahora olfatea la UEFA y ha encendido de euforia a una ciudad que siempre fue fría en la cancha por la falta de ocasiones grandes y que, de pronto, custodia la tradición del fútbol cantábrico, decadentes como lo están vascos, asturianos y gallegos. Después de los baños de Alfonso XIII con cinturón de calabazas, El Sardinero vuelve a ser el hogar de un rey, el del fútbol norteño.
Como al hombre lobo, a Ferrari sólo se le mata con una bala de plata. El McLaren de Fernando Alonso. La victoria en Malasia abrevia el plazo de adaptación que el propio Alonso se había dado, tal vez para descargar la presión por las enormes expectativas creadas cuando al mejor piloto se le encomendó que renovara la leyenda de una escudería con mono de champán. Sin el Nano, Renault se ha hundido. Con el Nano, McLaren vuelve a ser a Ferrari lo que Ben-Hur a Massala. Y ya en el segundo gran premio ha dejado dicho Fernando Alonso que librará la pelea y que a Raikonnen no le concederá, ni siquiera, esas carreras de transición con las que contaba el finlandés para alegrar con sonrisas esa máscara de haber madrugado por la que podría responder lo mismo que Jessica Rabbit cuando le preguntaron si era mala: «Es que me dibujaron así». Le dibujaron segundón de Fernando Alonso, incluso en Ferrari.
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