LUIGI BENEDICTO BORGES
Un joven ecuatoriano de 27 años murió en la mañana de ayer después de recibir cuatro puñaladas. El fallecido fue encontrado agonizando a las 5.15 horas junto a la estación Renfe de Entrevías. Estaba rodeado por un charco de sangre a pocos metros de la entrada principal de la estación, aún no estrenada, en la confluencia de las calles de Puerto de Balbarán y del Vizconde de Arlessón, pertenecientes al distrito de Puente de Vallecas.
Cuando la víctima fue atendida por los efectivos del Samur-Protección Civil se hallaba inconsciente y en estado muy grave. Recibió dos cuchilladas en la espalda y otras dos en el abdomen. Estas últimas eran las que presentaban mayor gravedad, según informó Emergencias Madrid. El joven fue intubado y trasladado de urgencia al Hospital Gregorio Marañón. Había perdido mucha sangre y tenía varias hemorragias internas. Entró directamente en quirófano, falleciendo en la mesa de operaciones.
El lugar donde se cometió el suceso fue acordonado. Los agentes de la Policía Nacional encargados de la investigación pudieron interrogar a algunos familiares que habían acudido a la zona al enterarse de la noticia. Pero no aportaron ningún detalle de lo que había pasado. Nadie sabía nada. Una sombra tapaba lo ocurrido, como si no hubiera testigos pese a que el joven apareció en una de las vías más céntricas del barrio.
Mercedes tiene su vivienda a escasos siete metros del lugar de los hechos. Ayer, desde su ventana podía ver con total claridad las manchas de sangre reseca en la acera. Pero por la noche no había oído nada extraño. «Es impresionante. Me ha chocado levantarme, mirar por la ventana y ver las cintas puestas por la Policía», explicaba la vecina mientras tendía la ropa asomada a una ventana. «Aquí no suele haber conflictos, al menos no por esta zona. Además, no hubo ruido, ni insultos, ni gritos. Eso es que fueron derechitos a por él, los atacantes sabían a lo que iban seguro», especulaba la señora. El suceso también causó consternación y sorpresa en la calle del Vizconde de Arlessón. «Llevo viviendo aquí 20 años, y jamás en la vida había pasado nada por el estilo. Sí hay mucha droga y demás, pero no asesinatos», exclamaba Baltasar, que salía de su casa con su mujer cuando se enteró de lo ocurrido en la acera perpendicular a su vivienda. «Soy de Zamora y vamos a volver a ella en breve. Y viendo cómo está todo y lo que ha pasado al lado de nuestra casa, no nos hemos equivocado», reflexionaba.
En los alrededores de la estación, varias personas de todas las edades formaban pequeños corrillos donde comentaban lo sucedido. El que más duró lo formaban tres de los vecinos de mayor edad. Uno de ellos, que no quiso dar su nombre, se aventuraba a ir más allá. Él, cuando se levantó de madrugada «para ir al servicio», oyó «a varios suramericanos discutiendo, diciendo palabras indecentes, asquerosas, de las que no se pueden decir». Pero, tras dudarlo unos instantes, decidió no salir a la terraza a mirar. «Y cuando me levanté me encontré esto», se lamentaba.
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