DANIEL UTRILLA. Corresponsal
MOSCU.-
El resecado mar de Aral esperaba como agua de mayo las ayudas internacionales. Gracias al maná del Banco Mundial, la ex república soviética de Kazajistán ha puesto en marcha un ambicioso plan para recuperar parcialmente las aguas de este enorme mar interior esquilmado por la URSS, que desvió contra natura el curso de los ríos Amu-Daria y Sir-Daria, que desembocan en él, para irrigar los faraónicos cultivos de algodón en esta región desértica del Asia Central. En 1960, el Aral era el cuarto mar interior más grande del planeta con una superficie de 68.000 kilómetros cuadrados. En 2004, apenas superaba los 17.000 kilómetros cuadrados.
El Banco Mundial se ha tirado de cabeza al mar de Aral. La entidad acaba de desembolsar una nueva partida de 126 millones de dólares que deben servir para financiar la segunda etapa de construcción de un dique que retiene las aguas que vierte el Sir-Daria por el norte, de tal forma que, al menos, pueda recuperarse la parte septentrional del mar, que pertenece a Kazajistán. La mitad sur de Uzbekistán es ya prácticamente imposible de salvar frente a la desecación. En la masa de agua recuperada, peces y pescadores vuelven a hacer acto de presencia, y la línea del mar, que se había alejado 100 kilómetros del puerto de Aralsk, está ahora a 25 kilómetros.
Tropelía ecológica
En 2003, el Gobierno kazajo anunció su plan. Poco después invirtió los primeros 60 millones de dólares desembolsados por el Banco Mundial, una primera gota en el desierto con la que arrancó la construcción del citado dique de contención, que dividirá el mar resecado en dos partes.
De esta forma, el Banco Mundial responde así al llamamiento desesperado de la ONU, que considera la desertización de este mar como uno de los peores desastres ecológicos cometido por la mano del hombre. La alta salinidad de las aguas ha perjudicado notablemente el ecosistema y muchas especies han desaparecido.
La tropelía ecológica se consumó bajo la batuta del más romántico y utópico de todos los jefes bolcheviques, Nikita Jrushchov, que llenó de maizales los campos de la URSS tras un viaje por EEUU y comprometió a la juventud soviética en increibles odiseas para roturar las tierras vírgenes del Asia Central. Fueron las necesidades de riego de los cultivos centroasiáticos (principalmente de algodón), lo que llevó a Moscú a desconectar los ríos Sir-Daria y Amu-Daria del Mar de Aral. Las obras de los caneles de irrigación habían comenzado en los años 30 y sólo en 1960 el Aral empezó a hacer aguas.
Desde entonces, el mar fue pasto del desierto, que fue devorándolo y dejando a su paso imágenes tan apocalípticas como la de buques encallados en medio de las dunas. Gracias al dique financiado por el Banco Mundial, las autoridades kazajas esperan poder ganarle pronto al desierto el puerto de Aralsk.
Sin embargo, otra amenaza se cierne sobre Kazajistán, que teme por la suerte de su lago Balkash (sudoeste), de cuyas aguas bebe el 20% de la población kazaja. La polución y la sobreexplotación de sus aguas amenaza el futuro de este lago, alimentado sobre todo por el río Ili, que nace en China, donde cada vez se explotan más sus aguas, lo que preocupa sobremanera al Gobierno de Kazajistán.
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