VICENTE SALANER
Recordaba Pedro Ferrándiz en el canal madridista de televisión que en sus tiempos él no planteaba las finales en función de su rival, porque a él sólo le interesaba tener listo a su equipo, ya que si hacían las cosas como debían y podían, ganarían el partido decisivo. Y es bien cierto, aunque también lo es -no lo desmentirá el veterano entrenador, al que el Salón de la Fama de Springfield acaba de hacer, ¡al fin! justicia- que los tiempos han cambiado mucho y bastó que se empezase a tomar estadísticas del juego -algo en lo que él también fue pionero- y a analizar películas o vídeos de los rivales para que quedasen definitivamente patentes las posbilidades de mejorar la probabilidad de éxito si se estudiaba a fondo los puntos fuertes y débiles de cada adversario. Así que nadie duda de que Joan Plaza haya preparado hasta el último detalle el encuentro de esta tarde.
Es evidente que el Madrid necesitaba poner de su parte hasta el último gramo de información -y de preparación específica basada en esa información- porque la derrota ante el modesto Lietuvos Rytas no es una opción aceptable. Los madridistas, que perdieron su última final europea por desidia -hace tres años eran un equipo desmotivado y mal entrenado- y su última final española por un cúmulo de agotamiento y de lesiones inoportunas, no tienen motivos ni excusas ni circunstancias particularmente adversas que aducir (si es que pretendiesen aducirlos, que no parece probable) para justificar un nuevo revés.
Eso sí, la potencia de juego de la actual plantilla no ha llegado a igualar del todo a la de hace tres o cuatro meses, ya que las lesiones no están del todo compensadas. Pero debería bastar ante un rival que quedó diezmado tras su buen recorrido por la Euroliga del año pasado, y que esta temporada ya ha sufrido cambios de entrenador y de efectivos.
La principal novedad es la de Kareem Rush, que recaló en Lituania tras una discreta carrera en la NBA, particularmente con los Lakers. Este ala-escolta zurdo, desde sus tiempos de la Universidad de Missouri, compagina su mayor virtud y su más evidente defecto en su condición de cañonero: a veces una racha de aciertos suyos puede ser letal, pero otras veces puede fallar más que una escopeta de feria. En la ULEB ha lanzado una media de seis triples por partido y encestado tres de ellos, lo que está muy bien; en la NBA no pasaba del 35%. Pero con una defensa que le presione -no es demasiado dado a crear su propio tiro y prefiere hacerlo al salir de un bloqueo-, Rush puede perder eficacia. Será fundamental.
Luego está el juego listo pero poco explosivo del base Robert Stelmahers, la capacidad de estar en el sitio justo en el momento indicado del regular y efectivo, aunque gris, Matt Nielsen... Verdaderamente, nada que pueda hacer tropezar a un Madrid en plenitud... aunque, claro, sí al Madrid de hace unos días en Valladolid. Pero nadie lo quiere pensar. Sobre todo porque todos ven Charleroi como lo que debe ser: una alegría pero, sobre todo, un trampolín hacia el título de Liga.
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