Había ido allí a hablar de derechos humanos y seguridad jurídica en Iberoamérica, pero el ministro de Justicia acabó impartiendo un curso sobre ética periodística. «Para los medios, la Justicia sólo es noticia cuando hace cosas raras», se quejaba ayer Mariano Fernández Bermejo, mientras repetía una y otra vez, y sin venir mucho a cuento, que «habría que empezar a exigir que se respetara la separación entre la información y la opinión».
No se le veía al ministro muy entusiasmado con la prensa durante la entrevista que, bajo patrocinio de la Obra Social La Caixa y la Universidad de Nueva York, le hizo el magistrado Baltasar Garzón. Y eso que la madrileña Casa de América estaba abarrotada de periodistas, que habían acudido atraídos por la estela de la expectación que estos diálogos suscitaron en convocatorias anteriores por la presencia de los invitados entonces escogidos por el juez estrella: José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González.
Pero el discurso de Fernández Bermejo, que acudió con muletas a una cita lluviosa y un tanto plomiza, fue mucho más plano que los que ofrecieron el presidente del Gobierno y el ex presidente. Quizá porque el ministro tuvo que compartir protagonismo con el fiscal general de Colombia, Mario Iguarán, y con el procurador general de México, Eduardo Medina Mora. Quizá porque Garzón sólo abrió la boca para avisar de que su participación en el coloquio se iba a limitar a ser «escasa».
El caso es que a Fernández Bermejo no le quedó más remedio que arremeter contra «el medio que se instituye en censor de lo que está ocurriendo, que no es un órgano independiente porque depende de los intereses económicos que lo rigen y que no es imparcial».
No quiso señalar a nadie con el dedo, eso sí, pero dejó claro que su crítica iba dirigida expresamente a los periódicos, ya que se cebó en «las opiniones enormemente sesgadas de lo que está ocurriendo que se encuentran en las páginas de información». Está claro que, para el ministro de Justicia, hay «en este momento más transmisión de opiniones que transmisión de información».
«No hay igualdad de armas», volvió a quejarse Fernández Bermejo, comparando la «crítica abierta» que los ciudadanos realizan a los jueces -«dotados con un elevado grado de independencia»- y la crítica que hace «esa especie de monopolio atormentado que domina al medio», que ni siquiera se puede recurrir.
«No podemos renunciar al derecho a informar, pero debemos exigir claridad y transparencia cuando se informa y distinguir eso de cuando se opina», insistió.
Al ministro todavía le quedó tiempo para hacer un poco de autocrítica y reconocer que «la Justicia no satisface plenamente al ciudadano». «Pero tampoco estamos en el último lugar de la tabla», se excusó, enredándose en un complicado trabalenguas: «Estamos bastante más arriba de la mitad hacia abajo pero muy cerca del aprobado». En realidad, quería decir que los españoles le han dado a esta institución un 4,5 en las encuestas.
Fernández Bermejo también admitió que «la lentitud es un cáncer de la Justicia que hay que combatir» y que «hay que modernizar» el sistema, dotándolo de mayor agilidad. «No hemos acertado con el Consejo General del Poder Judicial, no hemos logrado un modelo que convenciera», explicó.
Reconoció también que «el Ministerio Fiscal siempre ha sido puesto en tela de juicio» y abogó, en este sentido, por un modelo en el que «el fiscal dirija la investigación de la Policía con la tutela del juez de garantías, que sea ajeno a las decisiones de la investigación». «En definitiva, un modelo de juez bastante prudente», apostilló. Entonces Garzón puso mala cara.