Decenas de miles de personas acudieron ayer a la llamada del clérigo radical Muqtada al Sadr para protestar en las calles de Nayaf (centro de Irak) contra Estados Unidos, en el cuarto aniversario de la caída de Bagdad.
El líder chií logró reunir a una gran multitud que acarreaba gigantescas banderas iraquíes y quemó enseñas norteamericanas, al tiempo que agitaba carteles contra George W. Bush y gritaba: «No a América, sí a la libertad», «No a la dictadura», o «Moriremos, pero no abandonaremos». La movilización se convirtió en una importante demostración de fuerza del jefe religioso. Mientras los agentes de la policía iraquí permanecían en sus bases, los milicianos del Ejército del Mahdi, brazo armado de Al Sadr, se encargaron de reforzar la seguridad.
Durante la manifestación, los organizadores distribuyeron panfletos que rezaban: «Pedimos a los pueblos estadounidense y europeo, que aman la paz y la libertad, que presionen a sus gobiernos para que detengan las masacres». «Tras cuatro años de ocupación, Irak sólo tiene sangre derramada, no servicios públicos ni agua», dijo un diputado sadarista, Naser Roubaie, según France-Presse.
Algunos religiosos suníes invitados por los chiíes figuraban en primera fila de la manifestación. «Es un mensaje de amistad que demanda unidad a todos los iraquíes en un tema: la salida de los ocupantes. Hace falta que estemos unidos para liberar nuestra tierra, desde el norte hasta el sur», señaló en Basora Abdul Kadir Dayem, líder del Partido Islámico iraquí, principal formación suní del país, En la capital iraquí, la circulación de vehículos quedó prohibida durante 24 horas para impedir atentados.
Pero detrás de la imagen de unidad proyectada por la manifestación de ayer, hay quienes apuntan que están comenzando a abrise brechas en la milicia, estimada en unos 20.000 hombres. Con sus líderes en el exilio -se cree que Al Sadr se encuentra en Irán-, escondidos o bajo custodia estadounidense, muchos de sus miembros se encuentran cada vez más frustrados. Mientras, Irán aprovecha para captar descontentos y encauzarlos bajo su influencia.
«Teherán teme a los norteamericanos y quiere asegurarse de que el Ejército del Mahdi es capaz de controlar Irak y golpearles», señala Abu Bakr, comandante de la milicia chií en Bagdad. Un diplomático estadounidense radicado en Irak señala bajo condición de anonimato que existen divisiones entre la milicia y su aliado político. «Cada semana que pasa, y lo venimos viendo desde noviembre, tenemos otro ejemplo de fracturas», dice.
A los luchadores del Mahdi se les ordenó retirarse a la llegada de las últimas tropas de refuerzo enviadas por Bush a Bagdad, para evitar que se les culpara en caso de que el despliegue de seguridad falle. Pero algunos combatientes están impacientes por luchar contra los «ocupantes». Algunos contemplan las fracturas como una señal positiva de que el movimiento de Al Sadr, piedra angular del Gobierno, puede estar buscando un papel político constructivo. Pero existe preocupación por el hecho de que la milicia llegue a romperse y el Gobierno tenga que hacer frente a un enemigo impredecible.
El Ejército del Mahdi evolucionó desde una milicia armada para proteger las áreas chiíes más pobres tras la invasión estadounidense, hasta convertirse en una fuerza influyente. Ahora puede estar siendo víctima de su propio éxito, trocado en una turba que a menudo opera según el antojo de los comandantes locales. «Hay al menos tres elementos», asegura la mencionada fuente diplomática: «los criminales y oportunistas, los allegados a Muqtada y aquellos con agenda iraní».
El pasado verano la milicia llegó a asociarse con los escuadrones de la muerte que aterrorizan la capital, pero intentando distanciarse de asesinos y secuestradores. Abú Haidar, combatiente del Ejército del Mahdi, dice que el movimiento posee un servicio de Inteligencia para capturar criminales y «terroristas» suníes. Treinta miembros de Al Mahdi han sido ejecutados en cinco meses por abusar de sus posiciones.
Pese a las órdenes para detener las operaciones, Abú Haidar asegura que los escuadrones de choque del Mahdi continúan secuestrando extremistas suníes. «Nuestros chicos compran coches según el tamaño de los maleteros», sostiene Abú Haidar, «puedes meter a cuatro personas en un maletero». Ahora el número de muertos ha disminuido, pero muchos chiíes se quejan de los ataques de suníes radicales. A menos que las tropas estadounidenses e iraquíes contengan la violencia, la milicia puede regresar, incluso con más respaldo popular.