ILDEFONSO GONZALEZ. Especial para EL MUNDO
ESTAMBUL.-
Las escaladas dialécticas suelen preceder a los tambores de guerra, pero en las relaciones entre Turquía y el norte de Irak resulta difícil distinguir una cosa de la otra. El Ejército turco ha amenazado repetidamente con intervenir en esta zona de su país vecino desde que comenzó la invasión estadounidense en marzo de 2003; sin embargo, han pesado más los llamamientos a la calma procedentes de Washington. Mientras, con la llegada del buen tiempo, la maquinaria militar entra en juego y se despliegan imponentes operaciones en el este de Turquía, en ocasiones muy cerca de la frontera con Irak, que se saldan con decenas de víctimas. La última se inició el viernes y lleva más de 30 muertos tras de sí.
El objetivo declarado es siempre el mismo: limpiar la zona de insurgentes kurdos, muchos de los cuales se infiltran en territorio turco procedentes de Irak. En el fondo, se trata de enviar un mensaje de fuerza al Gobierno autónomo del Kurdistán iraquí, advertirle de que Ankara no permitirá su transformación en un Estado libre que pueda alimentar las esperanzas de independencia de unos 15 millones de turcos miembros de esta comunidad. La amplia ofensiva que el Ejército turco ha puesto en marcha se viene desarrollando en cinco provincias del país (Erzurum, Tunceli, Bingol, Bitlis y Sirnak), todas ellas situadas en el centro-oeste de la península de Anatolia, donde se concentra la mayoría kurda.
Los enfrentamientos continuaban a día de ayer, momento en que se contabilizaban ya 20 soldados turcos y 10 milicianos del ilegal Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) abatidos. De nada importa que el PKK declarase una tregua unilateral el pasado 1 de octubre a instancias de su líder, Abdulá Ocalan, que cumple cadena perpetua en una cárcel turca desde 1999. El Ejército siempre se ha negado a sentarse a negociar con terroristas y ha proseguido con sus ataques. Los insurgentes kurdos, por su parte, no han puesto la otra mejilla y también se han empleado a fondo durante los últimos días, multiplicando sus acciones de terror a lo largo y ancho del país.
En Estambul, equipos de artificieros desactivaron el domingo una mochila que contenía tres kilos de explosivo plástico. A continuación, las autoridades detuvieron a una terrorista del PKK que habría abandonado la bomba en la populosa plaza de Taksim para atentar contra la celebración de la fundación de la policía turca hace 162 años. Desde entonces no dejan de aparecer paquetes sospechosos en distintas partes de Turquía. En otro incidente, un grupo de 15 simpatizantes del PKK lanzó cócteles molotov contra la Dirección de Seguridad del distrito de Beyoglu. El PKK, considerado una organización terrorista por Turquía, EEUU y la UE, se alzó en armas en 1984 para exigir la independencia del Kurdistán turco. Desde entonces más de 35.000 personas han muerto en el conflicto.
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