Martes, 10 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6323.
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 OPINION
Obituario / SOL LEWITT
Pionero del arte minimalista
Lideró a una generación de artistas antes de convertirse en un gran maestro conceptual
LUIS ALEMANY

Sol LeWitt representó, durante décadas, todo lo que hace que el público amplio tema al arte contemporáneo: temas obsesivos, lenguaje geométrico, sincretismo formal, hermetismo expresivo, imposibilidad de ser asociado a un solo formato... y una frase que, aunque no está muy claro que dijera realmente, es de las que marcan: «El aspecto del arte no es tan importante». Y sin embargo, que a nadie le quepa duda, Sol LeWitt ha sido un gigante del arte, tan importante para la historia de la plástica como disfrutable para cualquier espectador bien dispuesto.

Y eso no es poco para un tipo como LeWitt que, allá por los últimos años 40 y los primeros 50, estaba convencido de que no tenía nada que hacer en el mundo del arte. En la época en la que los salvajes del expresionismo abstracto mandaban en Manhattan, el pobre LeWitt se sentía demasiado tímido, demasiado contenido y demasiado cerebral para lo que se esperaba de un artista.

Su equipaje, hasta entonces, incluía un paso por la Universidad de Siracusa, un viaje (no del todo aprovechado) por Europa dedicado a conocer a los maestros de la pintura antigua, una colocación poco pagada por el estudio de un arquitecto entonces desconocido llamado I. M. Pei y, por fin, un empleo en el MoMA de Nueva York... como dependiente de la librería.

Su puesto en la caja, aunque suene novelesco, sirvió de punto de encuentro para una nueva generación de inadaptados que, por entonces, no tenían nombre que los uniera. Dan Flavin, Robert Ryman y Robert Mangold se convirtieron en algunos de los nuevos amigos de LeWitt. Juntos, y con la inspiración del ya consagrado Jasper Johns, los chicos pusieron las semillas de lo que pronto habría de ser conocido como arte minimalista.

Con ellos, LeWitt empezó a interesarse por el constructivismo ruso, por los fotógrafos primitivos que habían investigado los conceptos del movimiento y el tiempo, como Eadweard Muybridge. También con ellos, el artista empezó a definir un proyecto para su carrera artística: hacer tabula rasa en el arte, llevarlo de vuelta hasta su «square one» (en inglés, la casilla de salida, pero, también, textualmente, el «cuadrado uno») y, desde ahí, volver a empezar.

Los cuadrados, precisamente, se convirtieron en las letras con las que el artista escribió su vocabulario. Miles de cuadrados convertidos en perspectivas axonométricas de sencillos cubos y en «estructuras» (él prefería este término al de esculturas) tridimensionales. Sus combinaciones tenían que ver con los experimentos de la Bauhaus, con las matemáticas, con los avances de la ciencia de la época (la lingüística, especialmente), pero también con el arte y con la expresión personal. Que nadie lo dude.

Con ese aliento, LeWitt formó parte de la famosa muestra Sixteen americans del MoMA, que lo emparentó con artistas como Robert Rauschenberg y Frank Stella y completó el primer ciclo de su carrera artística. La enterró, literalmente, un día de 1968, en el jardín de un coleccionista holandés, ante una cámara de cine. Sube el telón: LeWitt aparece en la grabación agarrado a una pala con la que excava un hoyo en la tierra. Baja el telón, sube el telón: Lewitt esconde un pequeño objeto. ¿Cómo se llama la película? Cubo enterrado que contiene un objeto de importancia, aunque de poco valor.

La performance sirvió para que LeWitt le abriera las puertas al campo e inaugurara su vida como artista conceptual, quizá la más disfrutable de su carrera, liberado de cualquier atadura. «El arte conceptual no es necesariamente lógico. No hacen falta ideas complejas. Muchas ideas exitosas son ridículamente simples porque resultan inevitables».

De este periodo es prrecisamente Autobiography (1980), la obra por la que es más conocido. Como su título indica, el artista emprendió entonces el relato de su vida a través de 2.500 fotografías que hacían inventario de todos los objetos con los que el artista convivía en su piso de Nueva York: zapatos, raquetas de tenis, utillaje artístico, tuberías...

En ese mismo año, 1980, la carrera de LeWitt dio una tercera curva en su carrera gracias a una nueva estancia (y ésta sí, aprovechada) en Europa. El artista se estableció en Italia y llenó sus sentidos de los colores y los volúmenes de mil años de pintura. De regreso a su estudio, el mundo se encontró con un artista rebosante de color y optimismo... aplicado a muchas de las formas geométricas de su primera obra.

Sol LeWitt, artista minimalista y conceptual, nació en 1928 en Hartford, Connecticut (EEUU) y falleció el 8 de abril de 2007 en Chester, Connecticut.

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