Tan excesiva como su tupé y su eyeliner, groseramente sexy, impulsiva y visceral, los tabloides británicos se han rendido a sus encantos verbales y etílicos mientras la crítica musical aclama a la nueva diva del soul. Con dos discos en su haber y tan sólo 23 años, Winehouse se convirtió el mes pasado en la primera cantante británica con el debut más alto en la historia de las listas de ventas estadounidense: siete en Billboard.

Pero la popularidad de esta joven judeobritánica de clase media y residente en el bohemio Camden londinense ha subido enteros a base de polémicas apariciones públicas y sonoros plantones en conciertos, casi siempre motivados por el alcohol, algo que amenaza con destronar al principal icono autodestructivo patrio, Pete Doherty.

Llegó a abandonar una actuación en Londres en los primeros compases para vomitar en el backstage, según ella, por culpa del jet lag. Sus golpes mediáticos han coincidido, dicho sea de paso, con la promoción de su segundo trabajo, Back to black, lanzado a finales del año pasado.

Lo que mejor define a Winehouse, aparte de su música y su marcado acento cockney, es el Rickstasy, su bebida favorita. Tomen nota: tres partes de vodka, una parte de Southern Comfort (un licor de naranja, vainilla, durazno y lima), una parte de licor de banana y una de Baileys. «Cuando lleves dos, no intentes ir a ninguna parte. Siéntate y quédate quieto hasta que los pájaros empiecen a cantar», aconseja.

Más que cantos de mirlos, la bebida debe inspirar sus grandes dosis de mala leche, a juzgar por sus fechorías. De hecho, se considera una «mala bebedora», algo que seguramente originó la paliza que propinó a una fan tras un concierto antes de liarse a golpes con su novio cuando intentó tranquilizarla.

«La chica se acercó para decirme que había estado brillante. Dos segundos más tarde, se dirigió a mi novio apuntándome y dijo 'Ella la ha cagado'. Así que le planté un puñetazo directamente en la cara».

También es especialista en destrozar en dos tiempos a mitos de gremio, como es el caso de Madonna, de quien llegó a decir que es una «vieja reliquia». Incluso dejó con la palabra en la boca al adoctrinador Bono de U2 durante un discurso de agradecimiento en los premios de la revista Q cuando gritó desde el público: «¡Cállate, me importa un bledo!».

La prensa británica, muy dada a alarmarse por el volumen excesivo o deficiente de sus celebridades, puso el grito en el cielo cuando reapareció en público con varias tallas menos. «Bebo mucho y, a veces, me olvido de comer», se justifica. «Soy un poco anoréxica y bulímica, no estoy totalmente bien, pero no creo que ninguna mujer lo esté».

La prensa británica relaciona sus tendencias adictivas con un carácter maniaco depresivo necesitado de tratamiento. «Estoy enamorada y la bebida es sintomática de mi depresión. No soy alcohólica», declaró la lenguaraz Winehouse en su breve paso por una clínica de desintoxicación.

Su esquelética figura contrasta con las curvas de mujeres desnudas que recorren su piel en forma de tatuaje: «Me gustan las pin-up girls. ¿Qué pasa? Soy más chico que chica, pero no soy lesbiana, al menos antes de tomarme una sambuca», dice la cantante mencionando otra de las bebidas a las que es más aficionada.

A pesar de su juventud, y ya pasando al plano más estrictamente musical, Amy atesora una voz digna de una blues mama, heredera de legendarios nombres como Dinah Washington y Ella Fitzgerald, como si sus emociones tuvieran mayor recorrido que su fecha de nacimiento.

Sarcástico suena ahora que Winehouse fuera etiquetada en los primeros pasos de su carrera como la Norah Jones británica: hoy, sólo unos años después, sus letras ruborizarían a la cándida solista neoyorquina.

Debutó a los 20 años con el álbum Frank, que, como el título indica, se trata de una bofetada franca y póstuma a su ex novio, de quien cuestiona su orientación sexual llamándole ladyboy y acaba dedicándole un alegato a favor infidelidad: «Creo en el sexo casual. Sé que es triste decir que engañar a la gente está bien, y que no muchos reconocerán que están de acuerdo conmigo. Pero es como fumarse un porro. ¡Ups, me lo he metido!», declaró Amy Winehouse, sin pelos en la lengua, a The Observer.

«Bebo mucho y, a veces, me olvido de comer. No estoy bien, pero ninguna mujer lo está»

1983: Nace en Enfield (Londres). 1993: Forma un grupo de rap amateur llamado Sweet 'n' Sour, en la línea de Salt 'n' Pepa. 1994: Primer beso «a un chico griego que ¡ahora es gay!». 1996: Es expulsada de la escuela de teatro Sylvia Young por lucir un piercing en la nariz. 1999: Comienza a cantar profesionalmente. 2003: Publica su álbum de debut, Frank. 2006: Lanza su segundo trabajo, Back to black. 2007: Mejor artista británica en los Brits.