Miércoles, 11 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6324.
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DOS GIGANTES Y UNA PASION IMPOSIBLE / La correspondencia entre la actriz y el escritor revela una relación llena de ternura y flirteos... aunque la pareja nunca llegó a la cama / La amistad empezó en 1934 y duró 27 años
Hemingway y Dietrich, amor «no sincronizado»
KATE CONNOLLY. The Guardian / EL MUNDO

BERLIN.- Para él, ella era su «pequeña Kraut (algo así como alemanota)» o «hija»; para ella, él era simplemente «papá». El amor a primera vista se produjo cuando se conocieron a bordo de un transatlántico francés en 1934.

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Un conjunto de 30 cartas y telegramas inéditos del escritor estadounidense Ernest Hemingway a la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich, que acaban de publicarse por primera vez, revelan la profundidad de la pasión que sentían el uno por el otro, aunque la suya fue una relación que jamás llegase a la cama, por mucho que sus protagonistas tuvieran fama (no siempre justificada) de grandes amantes.

Hemingway y Dietrich comenzaron a escribirse cuando él tenía 50 años y ella 47, y mantuvieron un estrecho contacto hasta el suicidio del escritor en 1961. Pero jamás llegaron a consumar su amor, a causa de lo que Hemingway calificó de «pasión no sincronizada».

Aunque no se trató de una relación física, no cabe duda de que los dos dominaban el arte del flirteo. En una carta con fecha del 19 de junio de 1950, escrita a las 4.00 horas, Hemingway escribió lo siguiente: «Eres tan hermosa que van a tener que hacer tus fotografías para el pasaporte de tres metros de altura», tras lo que continúa con una pregunta. «¿En que te gustaría trabajar de verdad? ¿En romper el corazón de todos los hombres por 10 centavos? Sabes que siempre podrás romper el mío por cinco centavos, y aun así te devolveré la moneda». Otra vez escribió: «No puedo explicar por qué cada vez que te he rodeado en mis brazos me he sentido como en casa». Termina la carta en un clímax casi insoportable diciendo: «Te amo, te abrazo con fuerza y te beso con intensidad».

En 1951, Hemingway escribió a Dietrich una carta desde el calor tropical de Cuba, donde intentaba escribir El viejo y el mar. «El calor era demasiado intenso como para hacer el amor, si es que te lo puedes imaginar, excepto bajo el agua. Y eso es algo que nunca se me ha dado bien».

Encuentro fortuito

La correspondencia ha sido publicada ahora por la Biblioteca Kennedy de Boston, por orden de la hija de Dietrich, Maria Riva, que quería que las cartas saliesen de la oscuridad cuando se cumpliesen 15 años de la muerte de su madre (en mayo de 1992).

Tom Putnam, director de la Biblioteca Kennedy, explicó el valor de las misivas ahora desclasificadas: «Al combinar la correspondencia cruzada de Dietrich a Hemingway, podemos completar la historia de una destacada amistad entre dos individuos excepcionales».

La pareja se conoció en 1934 en la lujosa cubierta del Ile de France, cuando Hemingway regresaba a Key West vía París tras un safari por el este de Africa, y Dietrich viajaba de regreso a Hollywood tras visitar a unos parientes en la Alemania nazi. Aquél fue uno de sus últimos viajes a casa.

Mucho tiempo después, Hemingway reveló a un amigo por qué creyó que la relación no se había llegado a consumar nunca. «[Fuimos] víctimas de una pasión no sincronizada. En los momentos en que mi corazón se hallaba disponible, mi Kraut se encontraba inmersa en alguna tribulación romántica; en las ocasiones en que Dietrich salía a la superficie a navegar con aquellos fabulosos ojos en busca de alguna isla, yo me encontraba sumergido».

Se está estudiando la posibilidad de recopilar toda la correspondencia en un libro, incluyendo las 31 cartas de Dietrich a Hemingway. En una de ellas, que data de 1951, ella se dirige al escritor como «Mi querido papá», y continúa así: «Creo que es un momento excepcional para decirte que pienso en ti constantemente. Leo tus cartas una y otra vez, y les hablo de ti a unos cuantos amigos. He cambiado tu fotografía de sitio, la he puesto en mi habitación y la miro con creciente sensación de impotencia».

Sus misivas revelan sus inseguridades y miedos, y con frecuencia tocan la lucha eterna de Hemingway en contra de la depresión. «Toi et moi hemos atravesado momentos de lo más amargos», le escribió él en junio de 1950. «Y no me refiero únicamente a la guerra. Las guerras son lo de menos. Pero la vida, en general, es la parte más dura».

Dietrich no ocultó su desagrado por las relaciones físicas. En ese sentido, no habría sido mala pareja para Hemingway, a pesar de su reputación de mujeriego. Refiriéndose a su cuarta esposa, Mary Welsh, en una carta de 1950, escribió: «Mary sigue siendo en la cama la mejor mujer que he conocido nunca. Evidentemente, mi experiencia con otras es limitada, y, además, soy vergonzoso por naturaleza».


El sueño incumplido antes del suicidio

Hemingway esperaba volver a Cuba antes de morir, y la imposibilidad de hacerlo por las presiones del Gobierno estadounidense habría agravado su depresión y le habría acercado al final definitivo. Eso, así de crudo, sostiene la periodista Valerie Hemingway, quien fuera secretaria del escritor estadounidense y lleva tal apellido por haber estado casada con uno de sus hijos. La mujer, hoy ya sexagenaria, aprendió periodismo en una estancia en la isla en 1960, y compartió momentos con el autor de 'Por quién doblan las campanas' en su villa de Finca Vigía. Valerie Hemingway sostiene que el escritor, quien se fue de Cuba en 1961, «esperaba regresar realmente porque, en la isla, estaban su casa, sus amigos, sus animales y su bote». La ex secretaria de origen irlandés, que se encuentra actualmente en Cuba con el propósito de realizar un reportaje sobre la isla, piensa que «en general, los estadounidenses no entienden las emociones que estaba sintiendo Hemingway cuando él partió [de Cuba]».

Tras su primera visita a Cuba en 1928, Ernest Hemingway pasó largas temporadas en la isla, donde mantuvo su casa hasta que se suicidó en Idaho (Estados Unidos) en julio de 1961 disparándose. «No fue una decisión política, su casa estaba aquí y él quería estar aquí, pero las circunstancias cambiaron y a los norteamericanos no se les permitía regresar a Cuba, y creo que eso aumentó su depresión», dice ahora su ex secretaria.

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