Miércoles, 11 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6324.
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No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas (Friedrich von Schiller)
 CULTURA
ESTE DOMINGO EL PRIMER VOLUMEN DE 'EL COSSIO', GRATIS CON EL MUNDO
Cossío, un nombre asociado a una obra inmortal
La colección que ofrece EL MUNDO nació del empeño de este erudito, amigo de Ortega y Miguel Hernández
JAVIER VILLAN

NUEVA COLECCION. Obra magna, monumental, absoluta... y, a partir de este domingo, disponible para el gran público. EL MUNDO ofrece El Cossío, la enciclopedia definitiva sobre el toro y la lidia. Dentro de cuatro días, el lector podrá tener en sus manos el primer volumen de esta colección única totalmente gratis. En este tomo se podrán apreciar el detalle, la precisión y el buen gusto con que ha sido elaborada la obra más completa y actualizada (a abril de 2007) sobre el toreo. Más de 700 páginas en un formato manejable, lujosamente encuadernado en geltex e impreso en papel estucado semimate. Y, a partir del día 22, todos los domingos un nuevo tomo con el cupón de descuento que se publicará en el periódico. De este modo, se podrá conseguir la obra con un ahorro de 1.400 euros con respecto al precio del mercado.

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El tratado enciclopédico comúnmente conocido como El Cossío es la obra más ambiciosa que se ha escrito sobre las corridas de toros. Debe su nombre al apellido de su autor, don José María de Cossío, un intelectual muy ligado a la Generación del 27 al que ninguna disciplina del conocimiento le resultaba ajena. Esta curiosidad universal que impregnó vida y aficiones -y que alimentaba su espíritu- es la que preside la estructura de El Cossío, algo más que una tauromaquia. Compartía José María de Cossío la idea orteguiana del paralelismo entre las corridas de toros y la Historia de España. Ortega escribió: «Afirmo de la manera más taxativa que no puede comprender bien la Historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya cimentado con rigorosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término, no de la fiesta de toros que, más o menos vagamente, ha existido en la Península desde hace tres milenios, sino lo que nosotros actualmente llamamos con ese nombre. La historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que, de otro modo, no se puede definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo durante esos siglos, estructura social que es, en muy importantes órdenes, estrictamente inversa de la normal en las otras naciones de Europa».

Sólo partiendo de este sentir histórico y de esta raíz política y sociológica puede entenderse el arraigo de los toros en España, cuyo mapa tiene forma de piel de toro extendida al sol. Y sólo desde este paralelismo puede entenderse la ambición enciclopédica de El Cossío. Otras comparaciones menos piadosas, que arrancan de Pan y toros, de León del Arroyal y culminan en Eugenio Noel, se han hecho sobre las corridas. Establecido que éstas son perversas, se decide que son «el taller de nuestras costumbres» y que de ellas nacen todos nuestros males y que las plazas de toros son matriz y ocasión de «la mayor parte de los crímenes de navaja», y de la «pornografía sin voluptuosidad ni arte ni conciencia».

Los argumentos de los detractores de la Fiesta cambian según el momento histórico, pero el objetivo es inmutable: su abolición. En estos momentos en que la crueldad y la corrupción son las bases de un tiempo atroz y violento, algunos ponen el acento en la brutalidad de la corrida. Y hay voces, autorizadas y nada sospechosas de antitaurinismo, que, para salvarlas, se manifiestan por su «humanización», por despojarla de sus pulsiones más violentas. Hágase si así se quiere como concesión cautelar a los antitaurinos; pero las exigencias de éstos no acabarán aquí, pues persiguen su erradicación de la faz de la tierra. Ni siquiera la supresión de la muerte del toro, la corrida a la portuguesa, como pretende la ministra Narbona, será suficiente; invocarán la tortura psicológica de un animal desplazado de su medio natural, por ejemplo; este medio es la dehesa que desaparecerá como tal, como factor de equilibrios ecológico, si las corridas de toros llegan a desaparecer.

Por tanto, la reedición ampliada de El Cossío no sólo es una noticia cultural de primer orden; va a ser la ocasión para dilucidar muchos aspectos de nuestra controvertida fiesta y nuestra convulsa historia. La teoría ampliamente aceptada de que primero fue la corrida caballeresca y luego la corrida popular de a pie sigue siendo válida sólo en parte. Cierto que la retracción de la nobleza con la llegada de los Borbones a España dio paso al protagonismo del pueblo y al ascenso de los chulos que ayudaban al caballero alanceador; éstos se hicieron dueños y señores de la corrida con la estructura aproximada que tiene en la actualidad. Pero no es menos cierto que hay evidencias de un toreo a pie, rudimentario y espontáneo en fiestas y celebraciones populares. Lo más probable es que ambas modalidades convivieran desde lejanos tiempos, en un totum revolutum sin codificar. Lo cual no contradice la hegemonía popular a partir de la mitad del siglo XVII; simplemente la relativiza cronológicamente.

José María de Cossío fue escritor, crítico, académico y, desde su condición de intelectual -un ser reflexivo y análítico-, se convirtió en dinámico catalizador de proyectos dispares. Algunos de ellos, tan exóticos para un intelectual como ser presidente de un equipo de fútbol, el Racing de Santander. José María de Cossío fue un auténtico coordinador de voluntades, un vendedor de entusiasmos múltiples y un ser imprescindible para alcanzar acuerdos desde posiciones distintas. Si en política hubiera habido personalidades tan conciliadoras, quizá en el 36 no se habría llegado donde se llegó: a la Guerra Civil, con más propiedad llamada incivil.

José María de Cossío se rodeó de un eficaz equipo de colaboradores entre los que estaba el poeta recién llegado de Orihuela, Miguel Hernández, autor de El silbo vulnerado, El rayo que no cesa, Viento del pueblo y otros libros clave de la poesía española. Entre los miles de páginas de la enciclopedia, deben de andar perdidos artículos anónimos de Miguel Hernández y biografías de toreros, de cuya autoría parece demostrada la del Espartero y Tragabuches. Este trabajo le permitió a Miguel Hernández, «como el toro nacido para el luto», según confesión de uno de sus versos, sobrevivir en Madrid, donde había llegado impecune y con lo puesto. Concluida la guerra y condenado a muerte Miguel Hernández por su militancia comunista en el 5º Regimiento, José María de Cossío consiguió la conmutación de la pena: una cadena perpetua sustitutoria que resultó efímera, pues la interrumpió la muerte en la cárcel por enfermedad irreversible.

El Cossío, que ahora reeditan EL MUNDO y Espasa Calpe, se convirtió, desde sus inicios, en la biblia del toreo. Una ingente documentación y una pléyade de prestigiosos escritores lo han convertido en punto de referencia inexcusable para todo el que se precie de saber algo de toros. José María de Cossío tenía una visión totalizadora y esa planificación sigue siendo válida. Esta reedición se atiene a lo publicado, salvo los tomos dedicados a la selección de crónicas taurinas, excluidos de ella, pues no parece que formaran parte del plan inicial. Esa selección era discutible e incluso arbitraria; en cualquier caso menos rigurosa y cuidada que el resto de la obra. A esos grandes nombres se unen otros nuevos que rematan la faena y contribuyen a esa idea de perfección totalizadora a la que aspiraba don José María.

Quien se enganche a esta colección, tan útil para taurófilos como iluminadora para antitaurinos, podrá darse cuenta de que la intolerancia inculpadora no nace de aquéllos sino de éstos. Nada queda extramuros de esta enciclopedia y de su mirada omnicomprensiva: jerga taurina que impregna el vocabulario de la vida cotidiana; la grandeza del torero y su mitificación; el toro, su arrogancia en el campo y sus derechos en la plaza, su integridad física y su fidelidad genética; caudal de inspiración que la lidia ha supuesto para las distintas artes, sobre todo para la poesía y la pintura.

Algo que ha inspirado las tauromaquias de Picasso o el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, merece, cuando menos, algo más que un exabrupto o una descalificación humanista; podrá ser discutido mas nunca reprobado sin sólidas reflexiones. Y está también en El Cossío la historia, pormenorizada y erudita, del antitaurinismo en todas sus vertientes: la agrarista, la religiosa, la moral, la estética, la políticoilustrada. El principal reducto expansivo del antitaurinismo de estos tiempos se asienta en la territorialidad cuarteada de España, o sea los nacionalismos soberanistas, el catalán en especial, el más virulentamente activo.

Curiosamente, una de las acusaciones de Eugenio Noel contra la corrida es «la funesta cualidad de ser el único rasgo enteramente nacional; sólo la afición a los toros une las regiones y hace andaluz al éuscaro y extremeño al catalán y castellano al andaluz». La corrida sentenciada por ser un elemento de coexión de las Españas. Pero esto no va a ser la lucha final, si los distintos estamentos taurinos toman conciencia de su responsabilidad y controlan las actuales tendencias autodestructivas de la Fiesta.

El toro es la cuestión. Y, naturalmente, el correlato técnico de los profesionales para dominar su condición de bravo. De esto también se ocupa El Cossio, que no es una Biblia muerta, sino dialéctica viva.

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