Miércoles, 11 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6324.
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De entonces a ahora: tres pinchazos en hueso
ANDRÉS AMOROS

Parece el sino de la tauromaquia: vivir entre polémicas. Eso demuestra su vitalidad, pues no ha dejado indiferentes a los españoles en ninguna época.

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Ni siquiera una prohibición papal (Pío V, en 1567) consiguió acabar con ella. Los españoles la desafiaron para seguir asistiendo a su espectáculo favorito. Ocho años después, Gregorio XIII levantó la prohibición, a petición del catoliquísimo Felipe II, por «el desprecio que de la excomunión hacían los aficionados a correr y ver correr los toros».

Desde entonces se han repetido los argumentos contra la Fiesta y los tópicos literarios: las moscas, la sangre, los excrementos, los puros... Manuel Vicent repite lo mismo que decía Eugenio Noel, en su cruzada contra el flamenquismo, hece ocho décadas.

La reedición de Los toros de Cossío vuelve a situar la cuestión en el terreno justo. Según su inspirador, Ortega y Gasset, ningún otro sector de la cultura española tiene un tratado tan completo.

Tres ataques recientes, por parte de algunos políticos, no servirán de nada, serán sólo pinchazos en hueso mientras muchos cientos de miles de españoles sigan acudiendo con fervor a las plazas de toros.

EUROPA

En contra de lo que algunos temen, la Comunidad Europea no puede prohibir las corridas de toros. Se lo impide su propia Constitución, que parte de un exquisito respeto por las peculiaridades de cada pueblo, sobre todo en el ámbito de la cultura y creencias (arts. 8 y 280). «Unidos en la diversidad» (Título I) es justamente su divisa.

Además, el auge actual de la afición en el Sur de Francia, vinculándola siempre con una raíz cultural española, supone un inmenso apoyo a la tauromaquia. Cualquier ataque caería sobre una Fiesta que levanta pasiones en sectores de la racional, civilizada y cartesiana República Francesa.

Ni siquiera en la cuestión -muchísimo más grave- de la posible fragmentación de algunos de sus Estados miembros se «moja» claramente el Tratado. ¿Cómo lo haría en el tema de la tauromaquia sin tener efectos contraproducentes?

Evidentemente, el posible problema es nuestro, no de la Unión Europea. Si los españoles, en su mayoría, defienden la tauromaquia como su Fiesta Nacional y una de las señas de su identidad cultural, la Comunidad Europea proclamará su exquisito respeto por nuestra diversidad y evitará cuidadosamente meterse en un conflicto del que podría salir trasquilada.

CATALUÑA

Es una realidad histórica indiscutible la larga tradición taurina catalana, con todos sus elementos: plazas de toros, corridas y fiestas populares, diestros, reses, aficionados, artistas, escritores...

Los recientes ataques a la Fiesta de algunos políticos catalanes no obedecen a un real interés por el toro, sino a una evidente operación política: el deseo de separar a Cataluña de lo que se considera -y con mucha razón- como una seña de identidad de la cultura española.

La prueba es muy clara: ERC se opone a las corridas de toros pero defiende los «correbous», su antecedente popular, mucho menos refinado y estético. ¿Por qué? Sencillamente porque su granero de votos está en una zona donde estos festejos poseen un arraigo popular muy grande y no pueden exponerse a perder votos por ese motivo...

Ultimamente, el cambio de gestión en la Plaza de Barcelona y el anuncio de la reaparición, allí, de José Tomás va a abrir nuevas esperanzas a la Fiesta en esa ciudad, tradicionalmente tan aficionada a los toros.

Siguen, en todo caso, en Cataluña los ataques políticos a la tauromaquia. Y a cosas más importantes que la tauromaquia...

LA MINISTRA NARBONA

Las declaraciones de Narbona, hechas quizá para tapar otros aspectos de su gestión, han animado el comienzo de la temporada: la afición, igual que el toro de Miguel Hernández, «se crece en el castigo».

Su propuesta de que no se mate al toro en la plaza es, simplemente, una tontería. Si quiere, puede intentar en serio prohibir la Fiesta: media España -no sólo el 8% de su anónima encuesta- se levantaría en contra.

Hasta los dirigentes de su partido han tenido que desautorizarla: saben lo que eso les perjudicaría en zonas como Andalucía, Castilla-La Mancha, Salamanca...

No sé, de verdad, ante quién pretende hacer méritos. Quizá se está vengando freudianamente de su padre, buen escritor taurino, o recuerda con nostalgia el «éxito» de la campaña de Borrell contra el toro de Osborne.

Lo más probable es que se trate de una ocurrencia pseudoprogre, nacida de la ignorancia, la frivolidad y la irresponsabilidad más absolutas.

Haría bien la ministra en recordar la frase de Lorca: «Es la Fiesta más culta que hay hoy en el mundo». Por eso se la ve, en el mundo entero, como una de las señas de identidad española.

Andrés Amorós es autor de libros taurinos como

Toros

y cultura

y

La tauromaquia de Marcial Lalanda

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