MARIA LUISA TORIBIO
De Madrid a París; tras la vuelta a casa, el exilio mexicano... Y cada recorrido marcado sobre papel: de los tipos de la capital a las delicadas estampas de París, de las sofisticadas damas de los anuncios de jabón con esencias a los mestizos de ojos profundos. Salvador Bartolozzi, madrileño de pura cepa, nacido en la calle de Campomanes (eso sí, de padre italiano), exploró todos los registros a su alcance. El Museo de Arte Contemporáneo resucita, hasta finales de mayo, la obra polifacética y siempre distinta de este artista. Una exposición que, según explica el director del museo, Eduardo Alaminos, deja ver «cualidades gráficas excepcionales y una variedad temática espléndida».
Entre las 78 obras hay dibujos, carteles, ilustraciones en cuentos para niños, portadas de revistas... «Hemos querido aportar obras que respondan a distintas etapas», aclara la comisaria y nieta del artista, María del Mar Lozano. Bartolozzi «trabajó como un profesional del dibujo desde que se marchó a París en 1902». Las obras de este período, en el que se perciben influencias de Toulouse Lautrec y Degas, «se conservan en manos de la familia y nunca se habían mostrado».
Después llegan los años de Madrid, su época «como ilustrador de numerosas revistas y colecciones de novelas y cuentos». A esta etapa pertenecen los trabajos para Blanco y Negro, los cuentos de la editorial Calleja o los anuncios para la casa Gal, entonces perfumería Floralia. En México trabajará para la Secretaría de Educación Pública, y seguirá con la ilustración y la escenografía.
La variedad de tipos de obra y de formatos se corresponde con la multiplicidad de temas. Ahí están los cafés, tabernas, salones de té y otros lugares de reunión social que él mismo frecuentó; los bosquejos ingenuos, humorísticos, caricaturescos o infantiles; los retratos de mujer (desde la mujer de pueblo o la prostituta hasta la sofisticada Eva moderna); los entornos cotidianos, literarios, castizos, burgueses... «Espacios que parecen tomados de escenografías», comenta Lozano, quien además destaca sus carteles («fue un magnífico maestro») e ilustraciones para libros («todavía se recuerda su serie de Pipo y Pipa»).
Las técnicas y modos de plasmar sus impresiones son tan variopintas como sus inspiraciones. Unos dibujos presentan perfiles de contornos redondeados, amables casi; otras siluetas tienen la elegancia de las líneas alargadas; usa placas planas de color liso, tan expresivas y líneas sinuosas en algunos retratos femeninos... Unos trazos son minuciosos y otros se simplifican al máximo.
«Su elemento más innovador es la utilización de varias técnicas al mismo tiempo: pincel, grafito, gouache...», enumera Lozano. «Concebía el dibujo como una mezcla de trabajos con todas sus posibilidades». Así, hizo uso, por ejemplo, de «la moda de los planos cinematográficos, de picados».
Bartolozzi, «uno de los dibujantes más sensibles de su generación», muestra un interés concreto al enlazar tantas técnicas y registros: «El hacer latir al hombre». Él «era muy emotivo, de ahí que toque a los personajes con una gracia especial» y «nunca se aparte de la tensión humana». La exposición subraya precisamente eso: «Hemos querido presentar un Bartolozzi que utilizó el dibujo como herramienta de comunicación expresiva al servicio de la cultura gráfica».
Bartolozzi (1882-1950).
Hasta el 27 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo (Conde Duque, 9 y 11).
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