Pertenece técnicamente a la banlieu (cinturón periférico), pero es un arrabal distinguido y pujante a semejanza de La Moraleja de Madrid. La familia Sarkozy se instaló en Neuilly en 1973. Antes vivía en un barrio aristocrático parisino, aunque la madre de Nicolas prefería un contexto vital más reposado y tranquilo. Quizá porque el municipio descolla en cuestión de parques y de zonas verdes. O quizá porque se había puesto de moda entre las familias bien la idea de vivir a unos metros de la capital con los privilegios de un gueto y sin las incomodidades de una urbe endogámica.

Ahora llama la atención el despliegue de policías antidisturbios. También sorprende la proliferación de rostros pálidos. Gente de buena renta, de aspecto saludable y de avanzada edad que no ha cambiado la orientación del voto conservador en los últimos 60 años de Historia.

Conspirar contra el padrino

En efecto, el corso Achille Peretti se convirtió en alcalde 1947 y resistió en el cargo hasta que su muerte accidental benefició la llegada al poder de Nicolas Sarkozy en el mismo partido. No importaban su bisoñez ni sus 28 años. Importaba su ambición. Hasta el extremo de que el jovencísimo aspirante se hizo con el cetro y la bandera conspirando contra su padrino.

Hablamos de Charles Pasqua, pigmalión de Sarko en los años mozos y supuesto heredero de Peretti al trono de Neuilly. Era una especie de sucesión natural, implícita, cantada, pero el pequeño Nicolas maquinó a beneficio propio y obtuvo más votos que Pasqua el día en que los concejales fueron llamados a pronunciarse: 29 de abril de 1983.

La fecha la recuerdan con orgullo profético y propiciatorio los 60.000 vecinos del municipio. También se jactan de contemplar en Neuilly una estatua gigantesca del duque de Orleáns que antes dominaba la plaza mayor de Argel como símbolo opulento del colonialismo francés.

«Sarkozy ha sido un alcalde extraordinariamente querido», nos explica Marie-France Hubaud como directora general de los servicios municipales. «Su primer elección alcanzó el 76% de los sufragios. Y las sucesivas nunca han bajado del 70%. ¿Sabe por qué? Porque es un político que escucha y que actúa. Conoce los problemas de los ciudadanos. Ha trabajado siempre a pie de calle. Y ha hecho de esta ciudad un lugar próspero, feliz».

Las estadísticas hablan a favor de la gestión sarkozyana. No sólo por la eficacia del modelo de seguridad. El alcalde bajó los impuestos municipales, atrajo a varias multinacionales con incentivos fiscales y sitúo el nivel de desempleo un par de puntos por debajo de la media nacional.

Un expediente impecable si no fuera porque Neuilly responde al perfil de una villa excepcional. Las casas resultan muy caras, no son posibles los problemas de inmigración ilegal ni existen zonas deprimidas o pobres.

De hecho, el fortín electoral de Sarkozy no registró el menor incidente cuando se produjo la oleada guerrillera en la periferia de París aquel noviembre de 2005. «¿Sabe una cosa?», nos y se preguntaba ayer un fornido antidisturbios. «Aquí hay mucha más policía de la habitual en una ciudad de 60.000 habitantes. La explicación es muy fácil: Neuilly está llena de ricos, de villas ampulosas, de personalidades influyentes».

Ninguna tan famosa como Nicolas Sarkozy, a quien la prensa francesa, especialmente Le Canard Echainé, le reprochaba haberse beneficiado de un descuento de 300.000 euros cuando adquirió un lujoso apartamento.

El promotor que le hizo el favor y el propio beneficiario han denunciado el libelo, pero las pruebas y los documentos que alega Le Canard suscriben la sensación de que Sarko sabía manejarse en su propio territorio.

La maniobra no sorprende a Pilar, ordenanza asturiana de un Liceo Español que lleva el sobrenombre de Luis Buñuel. Se encuentra en una avenida ampulosa de Neuilly y fue reinaugurado el año pasado por el rey Juan Carlos, aunque la dimensión iconoclasta del cineasta aragonés desafina con la rigidez de la villa y con la multiplicación de cámaras de vigilancia. «Esta es una ciudad racista y discriminatoria. Si te mimetizas con los vecinos puedes vivir bien. Si te pintas el pelo de rojo o llevas un turbante puedes declararte perdido», explica Pilar. «Me instalé aquí en 1991 porque quería tranquilidad. Ahora bien, no les gusta nada que haya un colegio español porque aquí la gente es xenófoba. No me extraña que Sarkozy sea el ídolo político de esta gente», concluye sin alterarse.

Pilar no va a votar al ex alcalde. Reconoce, en cambio, que el colegio en cuestión se construyó con el apoyo explícito del ¿futuro? presidente de Francia.